Capítulo Nueve: Ironías del destino

- ¿¿¿PERDOOOOOOOOOOOOONA??? –exclamé yo, mirando a Hugo, que se había quedado allí quieto con las manitas en su bolso con esa carita de no haber roto nunca un plato.
- Mira, yo desisto –dijo Raúl y me señaló-. Tú que vas a ir a la boda hetero de tu ex, yo que me he vuelto puta y ahora esta que se ha acostado con el tío que le puso los cuernos con su mejor amiga. Nena, que maten al guionista de esta película porque esto no hay quien se lo crea.
- Explícanoslo, YA. – dije yo.

Hugo nos miraba aún con esa carita de niño bueno y yo llegué a creerme que de verdad estaba avergonzado por lo que había hecho.

- Pues… No os lo he querido contar porque sé cómo os ponéis cada vez que os hablo de lo del Plan y lo de putear a Mario. Pero el tío se ha pasado todo el verano agobiándome con mensajitos y con llamadas y con mails… si hasta se abre cada día un perfil nuevo en el GayRomeo para que cuando me conecte vea su cara y un “Lo Siento” bien grande en la pantalla de inicio.
- Qué romántico –dijo Raúl.
- El caso –continuó Hugo- es que el otro día llegué a casa y me lo encontré en la puerta. Estaba sentado en el rellano y por lo que parecía llevaba horas ahí, llorando. A mí… pues mira, se me encogió el corazón…
- No nena –le corté-. Lo que se te encogió fue el cerebro.
- ¡O el esfínter! –dijo Raúl.
- ¡No! ¡No fue eso! –gritó Hugo-. Tenéis que comprender que yo a Mario le he querido mucho y que sí, que jamás le perdonaré lo que me hizo pero… aún siento algo por él ¿vale? Es el hombre de mi vida.
- ¡De la tuya y de la de muchas otras! –le gritó Raúl.

Y entonces Hugo, que parecía que realmente se creía lo que estaba diciendo, soltó su bolso y le arreó una soberana hostia a Raúl que no sólo me dejó a mí boquiabierto sino que juraría que todo Portal de l’Àngel se detuvo durante un segundo a mirar; como en El Show de Truman cuando se les acoplan los sonotones a todo el pueblo.
Entre los tres se hizo el silencio. Yo observaba la cara de Raúl, que se ponía roja por momentos, y veía cómo en su mejilla izquierda iba apareciendo la marca de la mano de Hugo. Éste se había quedado paralizado, sus ojos se llenaron de lágrimas y una cayó por su mejilla.

Sin decir nada Hugo se dio la vuelta y comenzó a caminar en dirección a Plaza Cataluña. Raúl hizo lo propio, pero en dirección a la Catedral, hacia su coche.
- Nena –dije yo.
Pero Raúl me hizo una señal con la mano para que me callara. Y mira, yo otra cosa no, pero callada tampoco me puedo estar.
- Ah no, si no me vas a dejar decir nada entonces no voy contigo.
- ¡Pues no vengas!
- ¡Pues no voy!
- ¡Pues no vengas!

Al ver que no me movía de mi sitio Raúl me miró (aún con la cara toda roja) y me gritó:
- Quieres hacer el puto favor de venir conmigo, maricón.
- Sí, señorita Escarlata.

Durante el trayecto al coche no dije ni “mu”. Me dediqué a seguir a Raúl, cuya cara poco a poco iba bajando de tono (era como mirar un catálogo interactivo del Pantone) hasta alcanzar su blanco natural. Es que no os lo he dicho, pero Raúl es tan blanco que podría pasar perfectamente por un extra de True Blood.
Una vez en el coche respiró profundamente y me miró:
- ¿Tú te crees? Con lo que he hecho yo por él.
- Ya…. se ha pasado. Pero también es cierto que está en una situación complicada.
- No, estaba en una situación dura. Ahora que no tiene amigos sí que está en una situación complicada.
- Para el carro, Hannah Montana. Que se ha pasado tres pueblos pero no por eso vamos a dejar de ser sus amigos.
- ¿Ah no?
- No. Reconoce que nos estábamos pasando. Que sólo hace tres meses que pasó todo y es normal que aún esté un poco confundido. Además, tú y yo también nos hemos acostado con nuestros exes.
- Sí, pero no hemos montado tanto drama.
- ¿Perdoooooona? Manda huevos que esto lo diga yo, pero yo hace un año y medio que dejé a Alberto y aún sigo emparanoiado.
- Eso es verdad. Y cuando yo viví lo de Paco… también me volví un poco loca.
- No. Tú loca estás. Lo que te volviste fue imbécil. ¿Te duele?
- ¿El qué? ¿La hostia o tu ataque gratuito?
- La hostia.
- Pues claro que me duele.
- La verdad es que nos la merecíamos los dos.

Raúl alzó su mano y me soltó un guantazo.

- ¡¿PERO QUÉ HACES HIJA DE LA GRAN PUTA?!
- ¿No dices que nos la merecíamos las dos? Pues hala, ya está. Justicia divina.

A mí me dio la risa.
Raúl arrancó el coche entre carcajadas y salimos del parking. Decidimos que no teníamos ganas de ir a casa, ni de meternos en un bar, ni de hacer nada, así que decidimos dar vueltas por Barcelona con las ventanillas bajadas y la música a toda hostia. Es divertido hacerlo de vez en cuando. Probadlo.

Y entonces, ocurrió.
No me pidas que te explique exactamente cómo fue. Sólo sé que sonaba “Telephone” en el iPhone y que Raúl que conducía hacía de Honey B. y yo de Lady GaGa (pero con pene ¡y qué pene!). Estábamos por la zona de Pedralbes, no sé cómo nos metimos entre tanta oficina y tanta mandanga.
A mí esa zona de Barcelona siempre me ha puesto nervioso porque es como el un túnel del terror de la DGT: no sabes por qué calle te saldrá un coche, ni si te has metido en contra dirección… a veces ni siquiera sabes que hay una calle ahí y de repente ¡PLAF! ¡un coche.

Y mira, más o menos eso fue lo que pasó. Íbamos Raúl y yo cantando como gilipollas gritando lo de “EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH-EH” y para cuando nos dimos cuenta el morro del coche de Raúl estaba empotrado en el culo de un BMW.
No nos hicimos daño. Y dado el ataque de risa estúpida que nos dio seguramente el conductor del otro vehículo daría por hecho que íbamos puestos hasta las trancas.

Mientras Raúl y yo nos reíamos como gilipollas alcé la vista y vi el culo del BMW. Miré la matrícula y algo en ella me resultó familiar. Ese número… 4 8 15 16 23 42

Es broma. 2269. ¿2269? ¿De qué me sonaba a mí un BMW con matrícula dos, dos, seis, nueve?

Las puertas del BMW se abrieron. Las del coche de Raúl también. Bueno, no se abrieron coche, que al MariCo(n)che le tenemos cariño pero no es KITT, las abrimos nosotros. Y fue al bajarnos del coche y encontrarnos frente a frente con los ocupantes del BMW cuando a Raúl y a mí casi nos da un patatús.

Y es que si no teníamos bastante con todo lo que acabábamos de vivir, como si no fuera suficiente que él fuera puta, yo hubiera sido invitado a la boda de mi ex y que Hugo le hubiera pegado una hostia (y él otra a mí); ahora Raúl y yo habíamos estrellado –sin querer- nuestro coche…

Contra el BMW de Mario.

Pero lo peor no era eso. Lo peor no fue bajarnos del coche para comprobar que del asiento del conductor se bajaba el ex de Hugo. Lo peor fue ver cómo del asiento del copiloto se bajaba…

No cariño, La Peligros no (pero seguro que no andaba lejos).

Del asiento del copiloto se bajó, vestida como una soberana zorra, Laura. Sí. Laura. La misma Laura examiga de Hugo que se había acostado con Mario, su novio.

Vamos, que todo quedaba en familia. Os dije que el karma es sabio y que había actuado contra Mario. Pero no me hicisteis caso. Bueno, seguramente no os acordáis porque hace tres meses que publiqué eso. Pero sí amigas, el karma es sabio. Y de hecho eso fue lo que le transmití a Raúl con la mirada cuando le dije lo de:
- Mira el lado bueno: AL FINAL LE HEMOS JODIDO EL COCHE.