Capítulo Ocho: DIARIO DE...

Vale, aclaremos.

Este verano, en una de esas muchas fiestas que acabaron conmigo tirado en la acera, Hugo de rodillas en el baño y Raúl bebiéndose hasta el agua de la condensación que caía de los conductos del aire acondicionado conocimos, en Arena (¡dónde sino!) a una chusma muy chusma. Chusma-quete-mueres. Que, por otro lodo, es lo esperable si vas a lo que nosotros conocemos como “El Antro”.

Total, que entre toda esta chusma-quete-mueres había un camarero que ya debía estar ahí cuando el local era una sede de la Falange en el 47, que se encaprichó con Raúl. Hugo y yo intentábamos por todos los medios que el contacto entre Raúl e Imhotep (como le bauticé yo, que soy el cinéfilo del grupo) fuera el mínimo posible sino inexistente, pero Raúl siempre ha tenido esa capacidad innata para acercarse y tocar lo que no debe. No puede no tocar. Es como cuando de pequeños fuimos de excursión con el colegio al Museo de la Ciencia (sí, Raúl y yo fuimos juntos al cole) y él se puso a tocar todos los botones que encontraba. Hasta que tocó uno que resultó ser una alarma de invencidos y se lío una que aquello parecía una escena eliminada de El Coloso en Llamas.

Total que, no sabemos cómo, Raúl se nos escapó… Bueno, sí que sabemos cómo: ya os digo que rara era la noche que Hugo no acababa con la boca llena y yo en la calle, en la pista o en casa de algún desconocido hablando sin parar (es lo que tengo, que no me callo ni sobrio ni ebrio). Pues en uno de estos despistes Raúl acabó en la barra de Imhotep y éste, después de invitarle a una copa y acariciarle un poco la cara (un escalofrío recorre mi cuerpo mientras escribo eso) le ofreció irse a la cama con él.
Raúl, según cuenta, soltó una carcajada tan sonora que casi mata del susto a las cuatro maricas con lentillaCAS (porque hoy en día las maricas no se ponen lentillas, se ponen unos plásticos en los ojos que te servirían para bajar el Yang-Tsé haciendo rafting con toda tu familia navegando en ellas). Ante esa poco disimulada negativa, Imhotep tiró de lo único que a Raúl le hace perder los papeles. No, no le dio entradas para el “Adagio Tour” de la Naranjo. Le ofreció quinientos euros si se montaba un trío con él y con su novio.

Nosotros, en nuestra inmensa sabiduría, dimos por hecho que el novio de Imhotep era un escarabajo gigante que había encontrado en una de sus múltiples reencarnaciones en Egipto, al que mantenía con vida en casa a base de ofrecerle carne fresca de jóvenes incautos que aceptaban dinero a cambio de sexo.

No me preguntéis por qué, pero Raúl se lo creyó.

Otra de las muchas personas que conocimos este verano fue a Jesús Vázquez. Cuidado. NO ESTOY HABLANDO DEL PRESENTADOR. Resulta que un día entramos a El Antro inusualmente pronto y en el centro de la desierta pista había un chulazo de casi dos metros que parecía un clon de Jesús Vázquez (ahora sí que me refiero al presentador). Guapo, facciones marcadas, pelo corto, barba de tres días y una camisa hortera. Pero hortera que te cagas de lo hortera que era.

Hugo, que sea la hora que sea es pisar el Antro y ya está borracho como una cuba (debe ser el desinfectante del baño, que le afecta) se lanzó a por él como una loba en celo (con sus tacones de aguja magnética incluidos) y se llevó un chascazo al comprobar que el maromo tenía novio.

- Como Jesús Vázquez –dije yo. Y así se quedó con ese nombre.

Volvamos a la cafetería del Corte Inglés. Yo acabo de contar que mi ex, Alberto, se va a casar con una mujer. Pero la noticia que ha tumbado mi vida se ha visto eclipsada por la revelación de Raúl.
Finalmente aceptó el dinero de Imhotep para acostarse con él y con su novio y descubrió, con mucha sorpresa, que el novio de Imhotep era el susodicho maromo buenorro bautizado por nosotros tres como Jesús Vázquez.

Si lo pongo una vez más seguro que acabo saliendo en Google.

- Pero ¿qué me estás contando? –exclamó Hugo. Esto va justo después del final del capítulo anterior, por si te has perdido con el Flashback que me acabo de marcar.
- Pues eso tía. Que la momia está con el maromazo. Me contaron que llevan ocho años juntos y que están planeando casarse pero lo tienen súper chungo.
- Claro, aún no es legal casarse con seres no-muertos –digo yo.
- No nena –me interrumpe Raúl-. Lo tienen súper chungo porque resulta que el maromo necesita divorciarse y su exmujer no le quiere firmar los papeles.
- No jodas que Jesús Vázquez está casado con una mujer –dijo Hugo.
- Tía –dije yo-. Deja de decir ese nombre que aún nos buscaremos un marrón de copyrights cuando publique esto en el blog.
- De eso hablamos otro día –me contesta-. Porque si te vas a dedicar a publicar en Internet todo lo que hacemos… mal vamos.
- Eso –dice Raúl-. Que a mí tampoco me hace gracia ver mi intimidad ahí dispersa a los cuatro vientos.
- ¿Pero qué coño dices, Mila Ximénez? Si tú tienes la misma intimidad que una actriz porno en el festival erótico nena. Que toda Barcelona te conoce y sabe al dedillo todo lo que haces.
- Menos lo que os estoy contando –dice Raúl, muy seriamente.
- Hasta que lo publique –dije yo.
- ¡Y dale! –grita Hugo.
- A ver –digo yo-. En una de las reuniones de las HijadeBitch de este verano decidimos que teníamos que llevar un diario de lo que íbamos haciendo y coincidimos que lo mejor era publicarlo todo para que así si alguna otra marica se encontraba en nuestra situación supiera qué hacer. ¿Es o no es verdad?
- Sí… bueno… -dijeron los dos.
- Pues ya está. Si tú ahora, Raúl, decides ser puta, pues se publica. Porque tú imagínate que algún otro gay de Barcelona es tentado por el poderoso bolsillo de Imhotep. Pues digo yo que querrá saber qué tal calza el hombre ¿no?
- Si es que a eso se le puede llamar “hombre” –dice Hugo.
- Hombre no, nena –dice Raúl-. SÚPER hombre.

Hugo y yo nos miramos asombrados.

- Veinticuatro centímetros, nena.
- Pero eso ¿quién? ¿Imhotep o el maromazo? –pregunté yo.
- LOS DOS.
- ¿Me estás diciendo que entre los dos sumaban casi 50 centímetros de rabo? –dijo Hugo, muy pudoroso él, como siempre.

Raúl asentía con la cabeza mientras se llevaba una mano al pecho y con la otra sorbía un poco del agua que aún quedaba en su vaso.

- Te juro tía –dijo tras tragar-. Que hubo un momento que sentí que las dos se tocaban a la altura de los pulmones.
- JAJAJAJAJAJAJA –me dio un ataque de risa.
- ¡Neeeeena! –gritó Hugo-. ¡Que te ensartaron como a la de Holocausto Caníbal!
- JAAAAAAAAJAJAJAJAJAJA –mi ataque de risa y yo: inseparables.
- Disculpen, si no les importa… están molestando al resto de comensales y les agradecería que, dado que sólo han consumido un botellín de agua, se marcharan del local.

Esto, obviamente, no lo dijo ninguno de nosotros. Nos lo decía un señor trajeado, engominado y muy educado que se había acercado a nosotros. A estas alturas de la vida me han echado de tantos sitios tantas veces (y en situaciones en las que he agradecido no tener sentido del ridículo) como para ponerme a discutir porque me echen de la cafetería de El Corte Inglés. Al levantarnos de la mesa vimos que las tres mujeres que había a nuestra derecha nos miraban entre el terror y el escándalo.

Tú imagínate que eres Ana Botella y entras al despacho de Rajoy sin avisar y te lo encuentras vestido de cuero y con un becario pegándole latigazos en la espalda. ¿Visualizas la cara que se te quedaría? Pues ÉSA es la cara que tenían estas mujeres.

Raúl se les acercó, agachó la cabeza junto a ellas y les dijo:
- Tienen que probarlo señora. Una por delante y otra por detrás. Es… -hizo un gesto, como el que prueba un chocolate exquisito-. Mano de santo. ¡Y vosotras tenéis otro agujero! ¡Imagínate nena! –me grita a mí-. ¡¡TRES POLLAS A LA VEZ!!

A mí a estas alturas de la función me duele la mandíbula de reírme. Hugo no sabe dónde meterse (porque cuando no está borracho es muy pudoroso) y Raúl se va indignado. Pero no porque le echen, sino porque nadie le ha aplaudido.

Al final no nos echan de la cafetería. Nos echan del edificio. Y ahí estamos nosotras, en Portal de l’Àngel, esperando a que en cualquier momento venga un cámara de CALLEJEROS a preguntarnos por la prostitución en nuestra ciudad.
Comenzamos a caminar hacia la plaza de la Catedral, que Raúl ha dejado allí aparcado el coche.

- Nenas –dijo Hugo-. Que yo también tenía algo que contaros pero claro. Entre lo de tú ex –me señala-. Y lo de tu nueva profesión de tragasables en el Circo del sol…

A mí me da otra vez la risa.

- Pues no he podido. Pero bueno, que tampoco es tan importante ¿eh? Que si eso ya os lo cuento en otro momento–termina Hugo.
- Ah no, no, no, no. Cuéntanos, ¿qué te ha pasado, corazón? –pregunta Raúl, aún con su faceta de Showman encima.
- Pues… que me he follado a Mario.

Raúl y yo nos paramos en seco mientras Hugo sigue caminando como si nada. A mí se me ha cortado la risa de golpe y Raúl ha transmutado de Showman a PsychoKiller en treinta segundos. Me sé de uno que en el próximo capítulo va a recibir una soberana patada en el culo.

Capítulo Siete: MAL KARMA!

Pasaron varias semanas desde que decidimos crear el malvado Plan para vengarnos de Mario. Cosa que, realmente, no significa que lo creáramos. Decidir hacer algo y hacerlo son dos cosas radicalmente distintas y nosotros lo sabíamos. Los días siguientes a la reunión de las Hija de Bitch en casa de Hugo tomamos la decisión de reunirnos cada tarde para comer y ponernos a planear cosas; pero nos enganchábamos a ver el Sálvame (primero con la excusa de aprender a ser malas, luego ya por puro placer) y nos pasamos medio verano sin hacer ni el huevo y abandonando nuestros deberes de delincuentes.

El otoño se acercaba y lo más emocionante que nos había pasado fue la fiesta que nos pegamos en el Circuit Festival, el pedo tremendo que se agarró Raúl y el polvo a no-sé-cuantas bandas que echó Hugo en uno de los baños. Yo me había mareado y estaba en una grada abanicándome y recibiendo proposiciones indecentes de un señor que, creo, era descendiente de Tutankamón. Pero descendiente en plan hijo; nieto como mucho. Osea, que debía tener como tres mil años.
El resto del verano lo habíamos pasado de playa en playa y de fiesta en fiesta. Hugo sacaba el tema de la venganza porque insistía en que le destrozáramos el coche a Mario. Raúl le calló una tarde de domingo de resaca diciendo una tontería sobre la venganza, los platos fríos y el Fairy. Yo no lo entendí entonces y no lo entiendo ahora pero a Hugo debió llegarle muy hondo (lo que le dijo Raúl o lo que se había metido la noche anterior) y estuvo bastante tiempo que no mencionaba el tema; de hecho, cada vez que sentía ganas de partirle la cara a Mario, se metía en el BoyBerry se quedaba más ancha que larga.
¿Qué hacía yo? Pues volver al trabajo después de las vacaciones, morirme de asco y sacar el tema de mi ex Alberto cada vez que tenía ocasión.
Sí, lo reconozco. El tema del famosísimo Plan fue un chasco. Un fraude. Un flop. Pero también lo fue el Hard Candy de Madonna y ahí estábamos nosotras, en primera fila el día del concierto.

Pero ya sabes lo que tiene el karma: que el día menos pensado va y te pega un hostión que no te esperabas. Y, al parecer, eso fue lo que le pasó a Mario. El ex de Hugo. Pero no adelantaré acontecimientos. Era sábado por la tarde, yo estaba en casa pensando si me hacía falta salir para comprarme alguna otra camiseta o si con mis Yulupuki ya tenía bastante; y sonó mi móvil. En la pantalla, su nombre. El demonio en persona me llamaba. ¡A mí!
- Hola Alberto.
- Hola – dijo él.
- Hola – dije yo.
- Hola – volvió a decir él.
- Sí, hola.

Un momento de silencio.

- ¿Qué tal? – preguntó él.
- Bien… bien… ¿y tú?
- Aquí… tirando… con mis cosillas y tal…
- Ah… guay… ¿la familia bien?
- Sí. Todos bien, sí.

Otro momento de silencio.

- ¿Querías algo? – pregunté yo, harto de tanta tontería.
- Pues… la verdad es que sí. Quería pedirte un favor pero claro… después de todo lo que ha pasado… no sabía siquiera si me ibas a coger el teléfono.
- Hombre, ahora que lo dices yo también me sorprendo de haber contestado.
- Sé que me porté fatal contigo.
- Hombre… fatal… fatal… no –dije yo-. Te portaste como un hijo de la gran puta.
- Ya… jejejeje.

Espera. ¿JEJEJEJE? ¿¿QUÉ COÑO TIENE DE GRACIOSO?? Mira, yo sé que no os he contado todo lo que me hizo este maldito bastardo. Pero no era para soltar un “Ya… jejejeje”. Si Alberto fuera un ex de Madonna, la rubia habría conseguido legalizar el asesinato para cepillárselo ella misma y luego grabar un single que rompiera el Billboard.

- ¿Y qué OTRO favor quieres pedirme?
- Pues… quería invitarte…
- ¿A tomar café para explicarme por qué me hiciste lo que me hiciste y pedirme perdón?
- A mi boda.

Yo y mi puta manía de no dejar a los demás terminar sus frases.
Mira, no te voy a engañar. El teléfono se me cayó al suelo. Estuve como en la serie esa de FlashForward, viendo mi futuro durante un rato. Me vi a mí mismo en esa boda, sonriendo como un imbécil ante un montón de invitados que me miraban fijamente sabiendo que yo era el imbécil que había topado con Alberto en su mala época y que no había conseguido lo que su actual novio sí: convertirlo en un hombre hecho y derecho.
Yo y mi puta manía de montarme películas. Cuando conseguí recuperarme del susto, del espanto, del pánico y del terror (y de los celos, la envidia, la rabia y la ira) y articulé la primera pregunta (“¿Con quién coño te casas?”) descubrí que el muy hijo de la gran puta se casaba ¡¡¡con una mujer!!!

- QUÉ-FUER-TOR –dijo Hugo, cuando se lo expliqué a él y a Raúl, sentados en una mesa de la cafetería de El Corte Inglés.
- Lo sé –dije yo-. Aún no sé cómo sobreviví a ese impacto.
- Si has sobrevivido a la Loba de Shakira, sobrevives a cualquier cosa tía – dijo Raúl.
- ¿Y qué más te dijo? – preguntó Hugo.
- Pues nada. Que le haría mucha ilusión que fuera porque me considera una de las personas más importantes de su vida y de las que más le han marcado y que quiere que esté cerca de él en un momento tan importante.
- Claro, y si cae una enculada rápida en el lavabo mientras la novia reparte las ligas pues mejor que mejor ¿no? – dijo Hugo.
- Ese hombre –dijo Raúl-. O es tonto, pero tonto tonto como un zapato; o es una de las mentes más retorcidas del universo, capaz de una maldad sólo comparable a las de Hitler, Stalin y el jefe de programación de TeleMadrid.
- ¿Y qué le dijiste tú? – dijo Hugo, que intentaba inútilmente reencauzar el relato.
- Pues… que me lo tenía que pensar.
- ¿Pero qué te tienes que pensar? A ver ¿QUÉ TE TIENES QUE PENSAR? – gritó Raúl-. No hay nada que pensar. No vas a ir ¡Y PUNTO! ¿Quieres pensar algo? Piensa qué coño hacemos en la cafetería del puto Corte Inglés nena. Que me van a cobrar siete euros por este vaso de agua. ¡Si los camareros fueran guapos aún! ¡¡Pero son feos!! ¡Y viejos! ¡¡Y NO SOPORTO A LOS CAMAREROS FEOS!!

Hugo y yo nos habíamos quedado en silencio observando el momento de histeria que le acababa de dar a Raúl. Durante su speech se había levantado dos veces del asiento y se había vuelto a sentar. Por suerte en la cafetería sólo había tres señoras con el sonotone apagado (es lo que tiene la cafetería de El Corte Inglés, que tienen menos concurrencia que una capilla en Chueca) y el camarero estaba muy ocupado moliendo café y nadie se había dado cuenta. Pero nosotros sabíamos a qué venía todo eso.

- Raúl –dije yo-. Lo mío es fuerte porque es muy fuerte. Pero lo tuyo… lo tuyo no tiene nombre.
- Eso –dijo Hugo-. No me puedo creer que lo hayas hecho.
- Que lo hiciera la Peligros cuando le abandonaron sus padres, tiene un pase –dije yo.
- Que lo hiciera, y hablo siempre supuestamente en base a rumores, Ivonne, también –dijo Hugo, que había aprendido mucho de ver el Sálvame.
- Pero que hayas aceptado el dinero del camarero octogenario del Antro para acostarte con él y con su chico… ESO NO TE LO PERDONAREMOS EN LA VIDA.

Raúl se puso las gafas de sol, se llevó la mano a la frente y agacó la cabeza.
Sí, lo sé. Estás perdido. Pero es que estas cosas pasan así ¿sabes? Un día te despiertas pensando que el hecho de que tu ex te llame para invitarte a su boda con un chocho es lo peor que puede pasar pero no. Porque cuando piensas que la vida no puede sorprenderte más, va y lo hace. Y descubres que uno de tus mejores amigos, al que hace unas semanas un camarero feo, antiguo (por no decir algo peor) y con menos morbo que la peli porno de Carmen de Mairena le ofreció dinero por montarse un trío con él y con su novio, acabó aceptando la oferta y entró a formar parte del exclusivo (y antiquísimo) club de las mujeres de la vida alegre.
Vamos, que se había vuelto chapero.

- He de decir –añadió Raúl una vez recuperada su compostura-. Que sí, acepté su dinero. Era mucho dinero y ya sabéis cómo soy yo con el dinero, que me quema en las manos y lo necesitaba porque los de la financiera de la Fnac me están llamando cada día que me van a arrancar los ojos como no pague.
- Eso no es excusa tía – dije yo-. Mira, yo que seas puta pues vale. Pero joder, que tienes un potencial. No con ESO. ¡Que es como acostarse con José Luis Moreno!
- ¡¡Peor!! ¡¡Es como acostarse con José Luis Moreno dentro de cincuenta años!! – exclamó Hugo.
- ¡¡ES QUE NO HABÉIS VISTO AL NOVIO DE RICARD!! – exclamó Raúl.
- ¡¡Pero si te sabes el nombre y todo!! – grité.
- ¿Y qué coño tiene el novio del tío ese? ¿Eh? ¿EH? ¿EEEEHHH? – preguntó Hugo.
- Si os lo cuento, tenéis que prometerme que no se lo diréis a nadie.
- Prometemos –dijimos Hugo y yo a la vez.
- No me voy a andar con rodeos. Sé que no os lo vais a creer de buenas a primeras pero… es cierto. Lo comprobé con mis propios ojos antes de aceptar la oferta. Y… bueno… el novio de Ricard, mi amante geriátrico, es Xus.
- ¿Xus? – pregunté
- Sí. Xus. –dijo Raúl, que al ver que no reaccionábamos añadió-. Jesús, coño.
- ¿¿Jesús de Nazareth?? – preguntó Hugo.
- ¡NO COÑO! –gritó Raúl-. ¡¡¡JESÚS VÁZQUEZ!!!

Muerta me quedé.

Capítulo Seis: EL PLAN

Alejados ya de La Peligros y esperando estar completamente a salvo de los males de ojo de las gitanas adolescentes que pueblan los recuerdos de las vidas de nuestros amigos, Raúl y yo nos decidimos a irnos cada uno a nuestra casa.
Fue justo cuando emprendimos el camino al parking en el que Raúl había dejado el coche cuando la oí… era una voz conocida… que me llamaba desde la distancia… “Desátame… o apriétame más fuerte…”
Durante un instante dudé. Alcé la vista al cielo por si el Armagedón había comenzado y los jinetes del Apocalipsis venían entonando a Mónica. Pero no pasaba nada.
- Nena –dijo Raúl-. ¿Qué te pasa?
- Tía… tantos años de petardeo empiezan a pasarme factura… oigo el Desátame de la Naranjo en mi cabeza…
- ¿En tu cabeza?
- Sí tía… como una voz en mi interior.

Raúl, sin inmutarse, abrió su bolso, rebuscó un poco y sacó su movil. Estaba sonando y su tono, cómo no, Desátame.

- ¿¿¡¡Llevas un tono del Palabra de Mujer!!?? –le grité.
- Sí nena ¿qué pasa?
-Pues que si Europa ya está pasada de moda ¡¡¡imagínate eso!!! ¡¡¡Que lo presentó en el Sorpresa, Sorpresa nena!!!
- Calla coño, que llama Hugo –Raúl descolgó el teléfono-. Hugo cariño ¿qué pasa?... Aha… aha… sí… sí sí sí… ¿en serio?... claro… ¡anda que no!... sí… sí… claro que puedes contar con nosotras…

Yo intentaba descifrar de qué iba la conversación y qué era aquello para lo que Hugo podía contar con nosotros dos. Es más, no se me ocurría nada para lo que la loca del Desátame y yo pudiéramos ser útiles en absoluto. Pero él seguía…
- Claro tía, estoy totalmente de acuerdo. Y Javi también, que dice que está encantao… -Raúl me miró y me guiñó un ojo mientras asentía con la cabeza-. Pues entonces listo… claro meri, ya sabes que nosotros encantados. Veeeeenga… un besito…

Y colgó.

- ¿Qué? –pregunté.
- ¡Naaaah! Que Hugo nos ha pedido un favor y le he dicho que sí, claro. Bueno, pues me voy a mi casa…
- Y una mierda nena, dime qué te ha pedido.
- Pues nada… lo típico cuando estás en ese plan de cabreo con tu novio porque te ha puesto los cuernos con una mujer… Ayudarle a superarlo… sacarle de fiesta… presentarle chicos… que quememos el coche de Mario… lo típico, vamos.
- Espera. ¿Quemar el coche de Mario?
- Sí bueno… eso es en realidad lo único que nos ha pedido. Que le ayudemos a incendiar el coche de Mario.
- ¡¡Y qué más! –dije yo, estallando en una carcajada.
- Oye tía, es nuestra amiga y lo está pasando mal.
- Vale nena, pero no voy a quemar un coche en plena Barcelona.
- ¿Qué insinúas? ¿Qué si lo robamos y lo quemamos en un descampado a las afueras sí que nos ayudas?
- Mira Colombo, no me líes. Aquí nadie va a quemar nada. Ni coches, ni nada. Vamos a ir ahora mismo a casa de Hugo y nos va a abrir la puerta y le vamos a quitar la tontería a hostias si hace falta.

Raúl, sorprendido porque por una vez asumía yo el liderato de este dúo dinámico que nos habíamos montado, me siguió en mi camino a la casa de Hugo. Nos subimos al coche, conecté el iPhone y le di al play del HIJADEBITCH: Unstoppable, que nos iba mucho en ese momento.
Y es que nenas, en los días en que Hugo había estado llorando como una perra desconsolada en su casa, yo había contactado con un amigo de un amigo que nos dedicó unas cuantas sesiones de música house-dance y petarda de primerísima calidad (para que no os quejéis, os las he puesto todas aquí a la derecha del relato).
A lo que iba, que llegamos a casa de Hugo en tiempo récord y, esperando que esta vez Mario no volviera a aparecer por nuestra espalda, a traición (eso que se le da tan bien) hice sonar el timbre.
La puerta se abrió, y allí estaba Hugo. Duchado, peinado, bien vestido, perfumado. Ni cuando íbamos de caza a Arena en nuestros años mozos (él hacía mucho que no iba de caza, porque TENÍA novio) se arreglaba tanto.

- Nena –dijo Raúl, sorprendido-. ¿Follamos?
- ¿Estáis preparadas? –preguntó Hugo, como si fuera la mala de una peli de superhéroes.
- Anda, Lex Luthor, tira pa’ dentro que aún te voy a tener que dar una colleja –dije yo, y me metí en la casa. Fui directo al salón. Raúl me siguió con prisa y Hugo se quedó en el portal, boquiabierto y sin soltar la puerta.
- ¡¡Que entres, maricón!! –le grité. La puerta se cerró y Hugo llego al salón, donde yo le esperaba con los brazos cruzados y Raúl sentado en el sofá. Hugo miró a Raúl.
- Pero ¿no habías dicho que Javi estaba de acuerdo?
- ¡Y lo estaba! –dijo Raúl-. Hasta que le he dicho lo que querías hacer. Que entonces ha dicho que no. Que si sacamos el coche a un bosque a lo mejor…
- Calla, nena –corté a Raúl-. Vamos a ver Hugo. ¿Tú crees que es normal que vayas por ahí quemando coches?
- ¿Y tú crees que es normal que mi novio le comiera el coño a mi mejor amiga y luego me besara a mí?

Silencio incómodo. Los tres soltamos un “Grrrrrr” y nos estremecimos.

- Tía –dijo Raul-. La próxima vez no seas tan gráfica que ya sabes que yo soy muy de vomitar.
- Es verdad –dije yo-. Te has pasado.
- Vale, vale, lo reconozco. Pero poneros en mi lugar, coño.
- ¡Tía! ¡¡Vale ya!! –gritó Raúl.
- Mi novio me ha puesto los cuernos con mi mejor amiga. ¡¡MI MEJOR AMIGA MUJER!! Salí del Starbucks el otro día feliz y contento porque había encontrado en vosotros la fuerza necesaria para seguir adelante. Pero fue llegar a casa… contárselo a mi madre… que Marcos empezara a llamarme para decirme que pasaba la noche en casa de sus padres… y se me vino el mundo encima ¿sabes?
- Sí, lo sé –dije yo-. Y no sólo porque pueda imaginar cómo te has sentido, sino porque te he seguido en el Last.FM y tía, de verdad, si llegas a escuchar una vez más a Mariah habría llamado a los bomberos para que te rescataran antes de que se te comieran los gatos.

Hugo sonrió.
- Y después de pasar por la fase del dolor, la fase del ¿qué he hecho yo para merecer esto? y la fase de recordar cosas que te hacen daño…
- Y la fase de las pajas recordando los polvazos tía –dijo Raúl-. Que esa fase es la peor, porque te pones súper bruta recordando algo que tuviste y que no volverás a tener y no veas cómo jode cuando te has corrido.
Hugo y yo miramos a Raúl con tanta ternura en nuestra mirada…
- No me miréis así –dijo él-. Que sabéis que tengo razón.
- Pues pasadas todas esas fases –continuó Hugo-. ha llegado la fase del cabreo. Y ahora me apetece hacerle daño. Y como sé que Mario adora ese coche suyo que tiene… pues quería destrozarlo.
- Hugo… -le dije, mientras me acercaba a él-. Y lo vamos a hacer. Vamos a destrozar el coche ¡pero no lo vamos a quemar! Le pincharemos las ruedas cuando lo aparque delante de su trabajo y le pintaremos un “MARICÓN” bien grande en un lado, para que todos sus compañeros los del Opus sepan bien de qué pie cojea.
- ¡¡Un outing!! Me apunto. ¡¡Eso es mejor que quemar coches!!
- Y luego haremos más cosas, tranquilo –dije yo-. Para ella también habrá. Le cambiaremos el color del tinte en la peluquería, le gritaremos “PUTA” por la calle y publicaremos su número en un anuncio de masajes tailandeses.
- Tía, eres súper retorcida –dijo Raúl.
- Lo aprendí de Alberto –dije yo.
- A ti lo de Alberto te ha marcado mucho ¿eh? –comentó Hugo.
- Mira, a mí lo de Alberto me ha marcado MÁS. Y como con él lo que hice fue dejarlo pasar… y así me ha ido… ahora te voy a ayudar a ser una hija de la gran puta. Lo que no quiero, cariño mío, es que te lances a destrozar Barcelona en plan kamikaze y acabes en el calabozo.
- Jo… sois los mejores amigos que podría uno tener –dijo Hugo, que cogió a Raúl de la mano y le hizo levantarse para juntarnos los tres y darnos un abrazo.
- Oye tía –dijo Raúl-. ¿Y cómo vamos a hacer todo eso sin que nos pille la poli?
- Hay dos opciones. Una es mandar a la Peligros a la zona y que la Chari se encargue de todo.
- ¿Quién es la Chari? –preguntó Hugo.
- Luego te lo cuento cari –dije yo-. Y la otra opción es organizarlo todo muy bien y amenazar a Mario para que ni se le ocurra denunciarnos.
- ¿Sabes lo que haría yo? –dijo Hugo.

Raúl y yo le interrogamos con la mirada.
- Empezaría por ella. Ella acudirá a Mario en busca de protección. Y entonces vamos a por Mario. Y los dejamos a los dos destrozados, humillados…
- Y con un color de pelo horroroso –dijo Raúl, y los tres estallamos en una sonora carcajada.

Y así fue, entre risas y la colonia de Hugo (que me estaba mareando ya), como fuimos forjando poco a poco nuestro plan de venganza.
Las Hijas de Bitch no empezamos esta guerra… pero estábamos dispuestas a terminarla.

Capítulo Cinco: ¡Ave Satani!

Si tenéis un poco de cultura musical, cosa que dudo, seguro que conocéis las bandas sonoras que Jerry Goldsmith hizo para la saga La Profecía. Pues el tema principal de la tercera parte era una versión súper decadente de la melodía de la primera parte. Las trompetas del Apocalipsis dan paso a una marcha fúnebre con coro y orquesta que da un mal rollo que lo flipas.

Pues esa era la música que sonaba en mi cabeza mientras caminábamos por calle Pelayo dirección Ramblas para encontrarnos con La Peligros. No sabíamos qué le pasaba, pero estaba claro que era algo muy gordo y que nos iba a poner en peligro de muerte a todos. Y cuando digo todos no me refiero a Raúl y a mí: me refiero a TODOS LOS SERES HUMANOS.

El espectáculo en las Ramblas no podía ser más dantesco. Un mogollón de gente se apelotonaba junto a la fuente de Canaletes. Yo di por hecho que el Barça habría ganado algo pero era martes y eran las ocho y cuarto de la tarde y a esa hora no se suelen celebrar estas cosas. Junto a la fuente, en el carril de bajada, había un autobús parado, lo único que se podía ver sobre las cabezas de los mirones.

Raúl y yo nos abrimos paso como pudimos y descubrimos con estupefacción lo que había ocurrido. Un autobús había frenado en seco y tres coches se habían estampado, a lo efecto dominó, contra él. ¿Por qué había frenado el autobús? Porque justo delante de él otro coche estaba bocabajo. No entiendo (ni, seguramente, entenderé jamás) cómo pudo ese coche haber quedado bocabajo de forma tan perfecta; si es que parecía que lo habían dejado ahí a propósito.

Raúl me cogió de la mano y me acercó al coche volcado. El Ave Satani cobraba más fuerza en mi cabeza. Sentí un escalofrío recorriendo mi espalda y noté cómo el terror se apoderaba de mí cuerpo. Y es que nada podía prepararme para lo que estaba a punto de ver y oír: en el interior del coche volcado estaba el conductor, un tío con rastas, fumándose un porro bocabajo mientras un perro ladraba sobre el techo del asiento trasero y en la radio no dejaba de sonar la terrorífica melodía del último single de Melendi.

- Nena –me dijo Raúl-. Hippies y accidentes. La Peligros está cerca.

Y así era. La Peligros estaba sentada al otro lado de las ramblas, justo delante del teatro. Aunque hacía un día tremendamente soleado, una nube parecía haberse colocado sobre ella porque el banco en el que estaba sentado estaba sumido en la más oscura de las sombras. Raúl me cogió de la mano, se santiguó y caminamos hacia ella. ¡Ave Satani! ¡¡Ave Satani!!

Al vernos caminar hacia ella La Peligros se levantó. No ocurrió nada.

- Hola tías –nos dijo, mientras nos daba dos besos.
- Hola nena –dije yo, con voz temblorosa. Raúl no habló. Asintió con la cabeza mientras se esforzaba por ocultar su mueca de terror y me dejaba la mano sin circulación.
- No os podéis imaginar el día que he tenido hoy. Me han despedido del curro –dijo La Peligros.
- ¡Qué me estás contando! –exclamé yo-. ¿Y por qué?
- Pues porque había una estantería mal colgada ¿sabes? Que se ve que la montaron mal en su momento. Y estaba yo poniendo unos bolsos que nos acababan de llegar en ella y la estantería se ha soltado y le ha dado a una clienta y mira, a la puta calle.
- Y ¿ya está? –preguntó Raúl-. ¿Sólo ha pasado eso?
- Claro… -contestó La Peligros, disimulando-. Si es que me tenían manía desde el primer día ¿sabes? Como soy maricón…
- Ya tía –dije yo-. Si es que todo el mundo sabe que las tiendas de ropa es lo que tienen, son un ambiente súper homófono. ¿Verdad Raúl?
- Uy sí –contestó apresuradamente-. Homófobo que te mueres.
- Pues es que joder tías, todo me sale mal últimamente ¿sabes? –dijo Iván, La Peligros.
- ¿Por qué dices eso? –le pregunté. ¡Como si no lo supiera ya!
- Pues mira… porque estoy maldita ¿sabes?
- Maldita –dijo Raúl.
- Sí, maldita.
- Pero ¿maldita, maldita? –pregunté yo.
- Sí tía, maldita maldita.
- Pero ¿rollo maldición de libro de Stephen King o qué? –volví a preguntar.
- Es que verás, cuando yo tenía 14 años en el colegio me peleé con la Chari.
- ¿LA CAMARERA DEL STRASS? –exclamó Raúl.
- ¡No tía! –contestó La Peligros-. La Chari era la gitana del barrio. Se enfadó conmigo porque dije que su novio, el Eusebio, me había querido besar en el baño.
- ¿Y era verdad? –pregunté yo.
- ¡Pues claro que era verdad! El caso es que la Chari juró por toda su raza que me iba a acordar de ese día. Y me echó un mal de ojo. Y desde ese día todo me sale mal. Mis padres me abandonaron y me fui a vivir con mi abuela…
- ¿Murieron tus padres? Lo siento mucho tía –dije yo.
- No no, mis padres no murieron. Me abandonaron. Hicieron la maleta y se fueron.
- ¿Te abandonaron con 14 años? –preguntó Raúl-. Ahora entiendo tantas cosas…
- Pues luego fui a vivir con mi abuela. Y tuve que cuidar de ella un montón de años y dejé los estudios y me puse a trabajar en lo primero que pillaba y siempre me echaban. Si hasta tuve que prostituirme, tías.
- Joder tía –dije yo, poniéndole una mano en la rodilla-. No sabía que lo habías pasado tan mal.
- La vida me ha tratado fatal ¿sabes?
- ¿Y el Eusebio? – preguntó Raúl.
- ¿Qué pasa con él? –dijo la Peligros.
- ¡Coño, cuéntanos, qué pasó en los lavabos!
- Joder tía, te estoy contando lo mal que me ha tratado la vida y tú sólo quieres saber los detalles morbosos –dijo Iván, indignado.
- A ver nena –dijo Raúl, levantándose el banco y arremangándose, lo cual significa que va a sentar sentencia y punto en boca-. Tu vida ha sido una mierda desde los 14 años. De eso hace ¿cuánto? ¿tres semanas? ¡¡Pero si tienes veintitrés, meri!! Que no es como si se te hubieran acabado las oportunidades. Y según tú todo esto te pasa porque un tío te metió mano en el lavabo del colegio y su novia te echó un mal de ojo. Mira, si funcionaran todos los males de ojo que me han hecho las tías a mí por chupársela a su novio en un lavabo hace mucho que estaría muerto y enterrado. A ti lo que te pasa es que te encanta ir de víctima por la vida y justificar lo mal que te va todo con esa historia tuya de telefilm de Multicine de Antena 3. Así que haz el puto favor de madurar, de dejar de quejarte, de coger la poca dignidad que te queda y comportarte como un hombre. Vuelve a tu puto trabajo y dile al gilipollas de tu jefe que si la estantería estaba mal colgada no es culpa tuya, que a quién se le ocurre poner una estantería en una pared con tuberías y que, además, le vas a denunciar a C.C.O.O. por hacer que te subas a una escalera que está hecha una mierda; y como se ponga tonto le amenazas con enseñar ciertas fotos que tienes en tu móvil.

Dicho lo cual Raúl se volvió a sentar bajo nuestra atónita mirada. La Peligros no dijo ni mú y yo no sabía si darle un abrazo, soltar una carcajada o ponerme a aplaudir.
Iván se levantó, caminó unos pasos, se dio la vuelta y nos miró.

- Mirad tías. Cuando me ha pasado todo esto no sabía a quién llamar. Y he pensado en vosotras porque siempre habéis estado ahí cuando os he necesitado.
“Ahora viene cuando nos manda a la mierda”, pensé yo.
- Y ahora entiendo por qué os sigo teniendo tanto aprecio. No sólo habéis sabido animarme, sino que habéis conseguido que recupere mi confianza en mí mismo. Así que voy a recuperar mi puto trabajo, voy a recuperar mi dignidad y lo que es mejor, voy a poder comprarle a mi abuela la primera temporada de Amar en Tiempos Revueltos en DVD.

Y se dio la vuelta y se fue.

Yo no me lo podía creer. Miré a Raúl, que se estaba haciendo le interesante con la mirada perdida en la nada.

- Nena ¿pero qué coño ha sido eso?
- Eso, meri, ha sido lo que se llama “hacer lo que hay que hacer”. ¿Tú te crees ese rollo de la maldición de la Chari?
- Pues no… pero no sé… has sido como súper bruta, tía.
- Lo sé. Pero es que con gente como Iván no se puede ser de otra manera. O les pegas tres gritos y los dejas tontos o les das tiempo a pensarse otra excusa y seguir siendo miserables.
- ¡Cuidao que vuelve!

La Peligros había dado la vuelta y volvía hacia nosotros. Se paró frente al banco.
- Oye tías, ahora que lo pienso ¿yo os había explicado lo de la escalera, lo del agua y lo de la mamada en los probadores?
- ¿Qué mamada? –pregunté yo.
- La que me hizo mi jefe el otro día mientras yo le sacaba fotos.
- Pues no –respondí yo, sin saber dónde meterme.
- Ah, ¿y cómo lo sabíais?
- Pues porque somos amigas, meri – contestó Raúl, con firmeza-. Y las amigas saben esas cosas. Además, lo de la escalera y la estantería nos lo ha contado… pues… una amiga que lo ha visto todo. Y lo de la mamada… pues mira, eso no lo sabíamos. Yo lo de las fotos en el móvil te lo he dicho para que te tiraras un farol. Pero como eres un poco puta, pues mira.
- Ah… vale…

Y así fue cómo La Peligros volvió decidida a recuperar su trabajo en el Pull&Bear que acababa de inundar. Obviamente no lo recuperó. Pero sí que consiguió que una mujer se cayera por las escaleras del metro, que un ciclista se resbalara y se diera contra una farola y que atracaran a un hombre.
Y es que otra cosa no, pero el mal de ojo de la Chari (la gitana, no la camarera) funciona. ¡Vamos que si funciona!

¡Ave La Chari!