Capítulo Dieciséis: WTF!!??

Aquella mañana, cuando Manuel se fue a su casa (osea, cuando Manuel cruzó el descansillo y entró en su casa, mejor dicho) yo me quedé durante media hora en la cama dándole vueltas a la cabeza.

Recapitulé todo lo que había pasado últimamente y me di cuenta de que lo mío daba para el arco argumental completo de una temporada de Queer As Folk. Hace unos meses conocía HoneyB (para los amigos, B) un chico muy majo que me tiró los trastos vía Grindr y que se convirtió en un follamigo recurrente del que me estaba empezando a pillar. Pero cuidado, que no es que me estuviera enamorando; simplemente comenzaba a sentir esas ganas inexplicables de pasar tiempo a su lado para ver si realmente hay algo o no.

Cuando yo empezaba a sentir que sí, que había algo, B empezó a salir con La Peligros; probablemente la peor persona a la que robarle un novio. Porque si Iván (su nombre real) ya es peligroso de por si, imagínate si proyecta todo su odio hacia la misma persona.

Y mientras yo trataba de quedar con B para ver si lo suyo con La Peligros iba en serio y tratar de averiguar si todo lo que yo estaba sintiendo eran cosas mías o era cosa de los dos voy y me acuesto con uno de mis nuevos vecinos: los gemelos Paco y Manolo. O Fran y Manuel.
Y lo peor es que voy y me acuesto con el que menos pinta de gay tenía, lo cual ya me hacía presagiar que aquello no me iba a traer nada bueno.

Y efectivamente, nada bueno trajo.
Pero no adelantemos acontecimientos.

Tras darle vueltas y vueltas a la cabeza sobre todo lo que me estaba pasando conseguí quedarme dormido. Era sábado. Recibí un par de llamadas de Hugo y de Raúl que, imagino, querían preguntarme si iba a ir a la playa con ellos y, de paso, sonsacarme todo lo que pudieran sobre Manuel. Antes de darme la vuelta y seguir durmiendo llegué a la conclusión de que era mejor no contarles nada de lo que había pasado aquella noche, porque estas dos son muy escandalosas y seguro que me traían problemas.

Y me los trajeron.
Pero de verdad, no adelantemos acontecimientos.

Así que seguí durmiendo. Cerré los ojos y descansé. Para cuando desperté ya eran casi las cinco de la tarde y al ver el reloj me sentí como una mierda, como un parásito que había desaprovechado un buen día. Luego recordé que, técnicamente, el día había empezado a las 00:00 de la noche anterior y desde esa hora hasta ese momento exacto había aprovechado muy bien el tiempo.

Me quedé un momento estirado en la cama, sonriente. Cogí el iPhone y gracias a esa maravilla que es el Remote y el dejar el ordenador encendido las 24 horas hice que comenzara a sonar en mi iTunes una lista de reproducción que me hice un día llena de rock alternativo para momentos de subidón. Y empezó a sonar un grupo finlandés bastante poco conocido (y que ojalá siga así).

Abrí el Grindr. Por curiosidad. Porque en realidad no quiero nada con nadie de los que hay ahí. Bueno, con uno sí, pero desde que está con La Peligros ya no se conecta así que… Hasta esa mañana.
B se había conectado a eso de las 11 y me había dejado 10 mensajes.

“Sé q llevas tiempo qriendo qdar conmigo. Lo siento si parece q te rehuyo”
“Xo ya sabes cmo es Ivan”
“Si kieres podemos vernos esta tarde”
“Xq yo si q kiero”
“Bueno, en realidad es q necesito verte”
“Te lo iba a contar cuando te vea xo bueno, he dejado a Iván”
“No se, le he cogido mucho cariño xo no es lo q speraba”
“Y admas dsd la ultima vez q t vi no paro de pnsar en ti”
“Q xorrada, en vez de hablart x aki deberia llamarte, a lo mejor no lo lees nunca”
“Xo siempre me ha gustado escribirte x aki ;)”


Mi cara al terminar de leerlos era un poema. Pero uno de esos que no se entienden, de esos que parece que no se hayan escrito sino que alguien haya hecho un sorteo al azar de palabras y tal y como han salido del bombo las ha ido colocando y más tarde las ha publicado en un libro de portada marrón con una ilustración de un artista conceptual (que tampoco tiene ni puta idea de qué ha pintado) diciendo que todo es un compendio de poemas que hablan de la tristeza y la melancolía.
“Siento color de mieles en mis labios del dolor hiriente” o algo así.

Ayer por la noche le contaba a mis amigos lo mucho que me gusta B. Luego me lo encuentro con su novio, La Peligros, y me siento fatal. Y entonces, dando por hecho que lo mío con él era imposible, me acuesto con mi vecino. Y ahora resulta que poco después de encontrarme con B y con Iván; B dejó a Iván. Por mí. O eso me parecía entender. “…no paro de pensar en ti”
B no puede enterarse de que me acosté con Manu.

Mientras miraba la pantalla del iPhone intentando aclarar mis ideas, el circulito verde apareció bajo su foto: se acababa de conectar. Y no tardó ni un segundo en escribirme.

“Hola”
“Hola”
“Leiste lo q te puse?”
“Si”
“Perdona si me he pasado”
“Tranquilo”
“Pues… ¿qdamos?”
“Podemos tomar un café y charlar”
“O no…”
“Pasa algo?”
“No, no, perdona”
“Es q me acabo de levantar y estoy un pko empanado”
“Jajajajaja”
“Mucha juerga anoche?”
“+ o –“
“Hoy he visto a Raúl y Hugo en la playa”
“Me han dicho que no te fuiste solo a casa”
“;)”
“¿Estaba tan bueno como m han dixo?”

“Como para pedirles q me guarden un secreto”
“Jajajajajaja”
“Jajajajaja”
“Xo ¿lo estaba?”
“Sí”
“Q morbo.”
“Ya m lo presentarás”


WTF? ¿Ya me lo presentarás? ¿Pero no se supone que quiere quedar conmigo esta tarde para decirme que le gusto?

“Mmmm…”
“Q?”
“Voy a ducharme”
“Ok”
“Te veré luego?”
“No lo sé”
“Seguro q no te pasa nada?”
“No, no”
“Bueno, estoy un poco confuso”
“X?”
“Pues… no sé. Da igual.”
“Ok. Xo sabs q puedes confiar en mi y contarmelo”
“X aki será un follón. ¿A las 7 en Universitat?”
“Mejor a las 6. He qdado a las 7 y media”
“Bueno, voy un poco justo, intentaré llegar”
“Si no te va bien podmos qdar otro dia”
“Es q he conocido a un turco x aki q esta muy bueno y se va mañana de BCN”

WTF???????????

“X eso, q si kieres qdamos mañana mejor”
“Sí, mejor”
“Ok ;)”

Y se desconectó.

¿Sabes eso que te he dicho sobre el poema, y mi cara, y la falta de sentido de los sorteos de palabras? Pues en ese momento mi cara no era un poema.
Era una puta enciclopedia Larousse llena de palabras sorteadas.

Y SIN UNA PUTA ILUSTRACIÓN.

Capítulo Quince: La Penúltima

Cuando La Peligros entra a un restaurante suelen pasar varias cosas. La primera es que a alguien se le cae una bandeja. Sí, aunque estés en un restaurante japonés giratorio como el que estábamos nosotros, a alguien se le cae una bandeja. La otra es que los que la conocen, piden la cuenta. Aunque no hayan terminado.

Creo que nunca me he sentido más incómodo como en ese momento en que B e Iván vinieron a sentarse a nuestra mesa y Raúl les dijo que estábamos a punto de irnos, que habíamos pedido la cuenta. Era obvio que ni habíamos pedido la cuenta ni estábamos a punto de irnos, y La Peligros no se dio cuenta porque es muy simple para estas cosas pero B sí. Y la cara con la que me miró no me hizo sentir especialmente bien. Él sabía por qué nos íbamos. Bueno, por qué Raúl había decidido que nos íbamos.
Yo no tuve tiempo ni de presentarles, aunque en realidad eso era tarea de La Peligros.
Sin tener la cuenta en la mesa Hugo y Raúl ya estaban de pie junto a la caja esperando a que les cobraran mientras yo me despedía de la parejita feliz y, para mis adentros, me cagaba en todo.
Al ir a pagar sufrimos varias desgracias más (una bajada de tensión que hizo que se apagar el ordenador y tuviéramos que esperar a que se reiniciara, una chica que salía del baño y se resbaló y casi se abre la cabeza contra una mesa y una lata de Coca-Cola demasiado agitada) pero por suerte salimos del influjo de La Peligros antes de que nuestra integridad física corriera peligro.

No habíamos caminado ni media manzana cuando me sonó el móvil. Me había llegado un mensaje de B que decía “Una pena q os hayais ido tan pronto. Me habria gustado charlar contigo”.

- Le gustas –dijo Hugo.
- Claro que le gusto, hemos follado ¿recuerdas? –contesté.
- Ya ves tú, como si follar con alguien hoy en día significara algo –contestó Raúl.
- Pues yo sólo me acuesto con gente que me gusta –dije yo.
- Ya, pero lo tuyo es en plan romántico –dijo Hugo-. No eres capaz de irte a la cama con alguien raro de ver.
- Es que para raras ya os tengo a vosotras –contesté.

Caminamos por Ronda Sant Pere hasta llegar a Plaza Cataluña.

- Oye ¿qué hacemos ahora? –preguntó Raúl.
- Yo me he quedado con hambre –dijo Hugo.
- Aunque hubiéramos estado en el restaurante seis horas, te habrías quedado con hambre –contestó Raúl.
- ¿Vamos a tomar algo? – pregunté.
- Es que es súper pronto – se quejó Hugo.
- Nunca es pronto si la priva es buena –dijo Raúl, haciendo honor a su educación de barrio (marginal).
- Pues vamos a la Penúltima nenas, que mi economía está perjudicada últimamente.

La Penúltima es un local muy majo y muy lleno de gente (bueno, a esa hora no) en el que te venden unos vasos de vermut por un par de euros y que te dejan fina. Vamos, que con lo que te cuesta un cubata en una discoteca allí te pones como Las Grecas, y en estos tiempos de crisis pues eso se agradece.
Allí estuvimos un buen rato charlando, riendo y saludando a los conocidos (que, como comprenderéis, eran unos cuantos).
Vimos a LaOmni (cómo no) y me disculpé por haberme ausentado en su cumpleaños alegando que es que había tenido que ir a una boda en Murcia. Ella, que además de omnipresente es omniprevisible, soltó lo de “¡qué hermosa ereh!” y se rió y se fue. Así, literal: se río y se fue. Tanto dar por culo con el cumpleaños de una tía que se ríe y se va, sin despedirse.

También estaba por ahí Luigi, que esa noche había dejado a su “sosio” (como dice él) a cargo del “ristoraaaaante” y que tenía unas ganas enormes de dejar de hablar con nosotros para irse a magrearse con el madurito interesante que le acompañaba.

Y entonces, entre risa y risa, le vi.

- No me lo puedo creer –dije.
- ¿Qué? ¿A quién has visto? –preguntó Hugo.
- No me jodas que es La Peligros otra vez –dijo Raúl.
- No, La Peligros no es porque aún no se ha incencidado el bar –contestó Raúl.
- Nenas, sentado al fondo, en la esquina, a la izquierda… camiseta azul; junto a una musculoca vestida de negro y un chocho de pelo largo… no os giréis… pero es uno de mis vecinos… ¡que no os giréis hijas de puta!

Era inevitable: las dos se giraron en el mismo momento en que mi vecino (fuera cual fuera de los dos) nos veía. Al principio debió hacerle gracia eso de que las maricas se giraran para mirarle de dos en dos (claro, que si te pones esa camiseta marcando pectorales pues es normal que te guste que te miren). Pero cuando me vio (y me reconoció) se le borró la sonrisa de la cara y empezó a ponerse nervioso.
Hugo y Raúl volvieron a mirarme.

- Eres la hija de puta con más suerte que conozco, zorra –dijo Raúl.
- Nena ¿pero ése hombre es de verdad? – preguntó Hugo.
- Pues el hermano es exactamente igual. IGUAL.
- Hala, como los gemelos de Bel-Ami ¿te imaginas que se la chupan el uno al otro cuando están solos?
- Uy no sé… no tiene pinta de gay –dije yo.
- ¿Hola? ¿Javi? Estamos en La Penúltima, aquí o eres gay o eres marica, no hay más opciones –dijo Hugo.
- Sí que las hay, no me seas estrecha –dije yo-. Aquí hay mucho hetero también ¿eh?
- Hombre, mucho mucho… -dijo Raúl.
- Bueno, alguno hay –dije yo.
- Sí, alguno puede… pero ya te digo yo que ése de hetero no tiene nada –dijo Hugo.
- ¿Y cómo lo sabes, lista? –pregunté.
- Pues porque sólo hay que mirarle. Osea. Sentado con una musculoca, con esa camiseta azul marcándole todo lo que se le puede marcar, y esa sonrisa picarona que ha puesto cuando ha visto que le mirábamos, vamos es que no es gay, es maricón perdío. Y ahora, por la cara que estáis poniendo, intuyo que está detrás de mí y ha oído toda esta conversación…

Y Hugo se giró lentamente para comprobar que sí, que mi vecino estaba justo tras él. De hecho hacía rato que yo le había visto levantarse para venir a saludar pero no quise estropearle el momento a Hugo, que siguió hablando para intentar disimular:

- En la que os estoy diciendo que éste chico es igualito, igualito que mi primo Chema, el del pueblo; que es maricón perdío.
- Hola Javi –dijo el vecino.
- Hola… - Uno, no me acuerdo de los nombres de los hermanos. Dos ¡son gemelos! ¡No puedo saber cuál es éste!
- Soy Manuel.
- ¡Eso! Es que no sabía si eras Manuel o… o… el otro. Jajajajaja – Ay chica, qué quieres, las tres copas de vermut me hacen estragos.
- Fran. Bueno, mi madre te lo presentaría como Paco. Es que le gusta más llamarle así.
- Eso, Paco. Y Manuel.
- O Manolo –dijo él.
- ¡Anda coño! ¡Como Paco y Manolo, los de las fotos! –dijo Raúl.

El gemelo 1 puso una cara así un poco rara y a Hugo y a mí nos dio la risa. En realidad no sé por qué, porque gracia gracia tampoco tenía, pero mira, estamos borrachas y nos reímos de lo que nos da la gana.
Le presenté a Manuel a las dos locas que iban conmigo; le dije, literalmente “las dos locas que te han devorado con la mirada hace un momento se llaman Hugo y Raúl” y ellos se rieron así con esa risa en plan “ay, qué chistoso eres pero qué hijadelagranputa, DESGRACIADA”.

Al poco rato habíamos entablado una agradable conversación entre los cuatro que se basaba en dos temas: lo bueno que está el vermut y el morbo de ver a dos gemelos montándoselo. Pero Manuel, que resultó que era más listo que el hambre, no acabó de decirnos si era gay o no ni si había hecho algo con su hermano o no. Era como preguntarle a alguien del PP si iba a dimitir algún miembro por lo del Gürtel: “Pues mire usted… ni sí… ni no… ni todo lo contrario”.
A la charla se sumaron los dos amigos que estaban con él: Carlos, la musculoca y Sara, la choni. Yo me hice muy fan de Sara la Choni (de hecho se lo dije “Me estoy haciendo muy fan de ti, Sara La Choni” así, con esa gramática mía). Eran un poco estirados pero como nosotros tres tenemos gracia natural pues nos daba igual que no se integraran en la conversación. Manuel, mientras tanto, siguió sin dar muestras de si era hetero, gay o todo lo contrario.
A las dos y pico Carlos y Sara decidieron que se iban a Arena. Hugo y Raúl decidieron que ellas no iban a salir, que al día siguiente querían playa. Manuel me miró y me preguntó: “¿Tú qué haces?” y yo, que quería irme de fiesta pero también quería playa y, sobretodo (tras unos cuantos vermuts más quería follarme a Manuel), respondí:
- Pues no lo sé… es que me iría con vosotros tres a Arena…
- No, yo no voy, me voy a casa que mañana curro –respondió él.
- Ah bueno, es que también quiero ir a la playa mañana así que mejor me recojo ya.
- Pues nada, nos vamos juntos ¡que somos vecinos! Jajajajaja.

Y nadie más se rió. Era hetero. Sin duda.
Nos despedimos todos y todas y nos dimos besos y saludos y algunos “agrégame al Faceboooooook” (que es lo que se dice ahora cuando quieres mandar a alguien a paseo de forma educada –como si tras tres frases en las que no me has dicho ni tu nombre fuera a tener datos suficientes para agregarte al Facebook ¿sabes?-) Manuel y yo comenzamos a caminar hacia la parada de metro.

Fuimos charlando pues de tonterías. De que si qué buen tiempo hace, que si cuánto hace que vives en ese piso, que si qué guay que salgamos por los mismos sitios así podemos recogernos si nos encontramos tirados en la escalera, que si corre que perdemos el metro, que si qué bien esto de tener la parada tan cerca de casa, que si cuidado no manches el suelo que la portera te mata, que si no es tan tarde y no tengo ganas de irme a dormir, que si vente a casa un rato y tomamos algo, que si mejor porque así no despierto a mis padres, que si nos tomamos la última, que si yo pensaba que eras hetero y no me ibas a besar, que si eres activo o pasivo, que si tienes lubricante, que si por quién me has tomado...

Y que si te quedas a dormir después de follarme o te vas a tu casa, que vives aquí enfrente.

Capítulo Catorce: Así, de esa manera.

Aquella noche los chicos y yo habíamos quedado para cenar en un pequeño restaurante asiático del centro. El sitio es en si era una mierda, el típico restaurante japonés grasiento y de decoración espantosa, con un hilo musical de esos que se basa en una sucesión hortera de grandes éxitos de occidente reinterpretados a base de koto, shakuhachi y shamisens.
Algún día, cuando venga a cuento, os explico lo del curso de cultura asiática y lo del profesor japonés de 32 años que resultó ser la excepción que confirma la regla de que los asiáticos la tienen pequeña.

¿Por qué íbamos a esa mierda de restaurante japonés? Pues porque hace varios años –y cuando digo varios digo mogollón- aquel fue el restaurante en el que Hugo me citó cuando nos conocimos por el Bakala. Imagino que su intención era no tenerme mucho rato comiendo ahí y llevarme a su casa a follar como locos, pero al final resultó que nos caímos muy bien y a la media hora nos dimos cuenta de que polvos hay muchos pero gente con la que reírte de verdad no tanta.
Así que cuando Raúl hizo la llamada de emergencia de rigor (esa que te da la oportunidad de dejar tirado al tío con el que has quedado en caso de que no te guste, ya sabes) le invité a unirse a nosotros y de aquel horror de restaurante fuimos a La Penúltima y de ahí fuimos a la Metro… y el resto es historia.

Así que allí estábamos, sentadas en aquel extraño buffet libre giratorio japonés de nombre impronunciable y baños que sirvieron antaño de fuente de inspiración para un Resident Evil. Llevábamos unos tres cuartos de hora de charla y gracias a la aparición de mis dos vecinos en mi vida había podido evitar el tema que llevaba de hecho evitando dos semanas, lo de B.

- Yo sigo diciendo –oí decir a Raúl-. Que no sé qué coño hacemos aquí en vez de en tu casa, ayudando a tus vecinos a instalarse como Dios manda.
- Eso –dijo Hugo-. A la mierda el sushi, yo hoy quiero carne.
- Pues para querer carne te estás poniendo como una cerda comiendo pescado crudo, bonita –le contesté.
- A falta de pan… - contestó él.
- ¿FALTA DE PAN? –gritó Raúl (en este sitio no pasa nada porque gritemos porque lo único que hacen los dueños –que no estamos seguros de cual de los quince japoneses que hay por ahí es el dueño- es mirarnos y sonreír)-. ¡¡Pero si desde que descuajaringaste al camarero de Luigi que no paras de follar, meri!!
- Descuajada ¿qué? –pregunté yo.
- Descuajaringar –dijo Raúl.
- ¿Qué coño es eso? –dijo Hugo.
- Pues esto coño. Coges algo así –Raúl cogió un trozo de sushi con su tenedor (porque es incapaz de comer con palillos)- y lo meneas hasta que lo haces cachitos.
El sushi salió volando por toda la mesa en pedazos de arroz que se pegaron hasta en la chaqueta del pobre que teníamos sentado detrás.
- Eso significa descuajaringar.
- Gracias Don Camilo por su explicación –dije yo, sonriendo a los quince dueños que nos miraban sonrientes- y por el ejemplo práctico.
- Bueno, ¿entonces cuando vamos a ver a los vecinos esos tuyos? –preguntó Hugo.
- Echa el freno, madaleno –dije yo.
- Nena, no hables así. Que pareces sacado de Amar en Tiempos Revueltos –dijo Raúl.
- O de Física y Química, que es peor –dijo Hugo.
- No vais a venir a conocer a mis vecinos –y al ver sus caras de pena a lo gatito de Shrek o de niño al que le quitas su regalo de cumpleaños porque se ha portado mal y te lo llevas sabiendo que se lo vas a acabar devolviendo, corregí la frase -. Por ahora. Dadles un par de semanas que se instalen.
- Como las dos semanas sabáticas que te has tomado tú ¿no? –preguntó Raúl.
- Eso nena, dos semanas desaparecida –dijo Hugo.
- ¡No he estado desaparecida!
- ¡Anda que no! –dijo Raúl-. Si te perdiste el cumpleaños de la Omni y todo.
- Y dale con la Omni. ¡Que yo no iba a ir a la fiesta de cumpleaños de esa mamarracha! –exclamé.
- Pues no sabes lo que te perdiste nena. Unos chulazos… una de alcohol… una de drogas… -dijo Hugo.
- Pero si tú no te metes nada, maricón –dije yo.
- Que yo no me meta no significa que no aprecie que en una fiesta haya drogas para todos. Eso es ser un buen anfitrion, una persona que se preocupa por las necesidades de sus invitados –explicó Hugo.
- Claaaaaro, como la Preysler. ¿O qué te crees? ¿Qué en las recepciones del embajador sólo hay Ferrero Rocher? –dijo Raúl.
- Depende de dónde sea el embajador –dije yo.
- Bueno, no cambies de tema, cojones –dijo Raúl, en una extraña muestra de pueblerismo heterosexual que fue tan sorprendente que los dueños del restaurante volvieron a mirarnos sonriendo-. ¿Se puede saber por qué has estado dos semanas ahí perdida? He estado preocupada por ti ¿eh? La última vez que una de nosotras no dio señales de vida fue ésta –dijo señalando a Hugo- y ya sabes por qué y cómo acabó todo.
- Oye guapa –se quejó Hugo-. Que lo cuentas como si hubiera hecho yo algo malo.
- Bonita, no te pongas ahora a la defensiva que el argumento de esta historia ha cambiado y ahora ya no va sobre tu exnovio y tu exmejor amiga sino sobre la loca ésta –dijo señalándome- y sus Dos Semanas en el Tibet.
- Qué pesaditas estáis ¿eh? –dije yo, resoplando.
- Hombre tía –dijo Hugo- es que no es normal que tú estés desaparecida. Si ni siquiera cuando te da la Men-O-Pausia te pones así.
- Pero que no me pongo de ninguna manera –dije yo.
- Sí que te pones sí… y yo recuerdo la última vez que desapareciste un par de semanas y luego viniste haciéndote la digna -dijo Raúl.
- ¿Cuándo? –preguntó Hugo.
- Cuando le conoció –dijo Raúl.
- ¿A quién? – preguntó Hugo.
- A él –dijo Raúl.
- ¿A él? ¿A quién él? – preguntó Hugo.
- ¡HOSTIA PUTA TÍA! –grité yo (y sí, los dueños del restaurante nos miraron y sonrieron)- Díselo que me tienes hasta el coño con tu puto rollo de Jessica Fletcher. ¡Me puse así cuando conocí a mi ex, Alberto! Me tiré unas semanas de descanso sin hablar con nadie para aclararme las ideas y saber si estaba enamorándome de él o no y mira SÍ, lo ESTABA. Y AHORA ME PASA LO MISMO. ¿VALE? ¿ESTÁIS CONTENTAS YA? HALA, YA LO HE DICHO.
- Joder nena –dijo Raúl-. Qué huevos tienes. Si encima tendremos que pedirte perdón por ser tan críptica.
- Yo no soy críptica, bonita –le contesté-. Críptico es El Código Da Vinci. Yo soy UN SER HUMANO CON SENTIMIENTOS.
- ¡UN SER HUMANO DE LA SENSIBILIDAD, ERES TÚ! –me gritó Raúl.
- ¡¡DESAHOGÁ!! –le grité a Raúl.

A estas alturas de la conversación ya estábamos casi llorando de la risa y los dueños del restaurante (que sí, que no paraban de sonreír) no sabían donde meterse. Por suerte estaban acostumbrados a nuestro numeritos.

- Qué fuertes me parecéis ambos dos –dijo Hugo-. Te estás volviendo a enamorar.
- Eso creo, sí –dije yo.
- ¿Y de quién, meri? Porque que yo sepa la última persona de la que nos has hablado con la que ha habido algo fue…

Raúl y Hugo se miraron aterrorizados y gritaron a la vez:

- ¡¡¡LA PELIGROS!!! –y sí, lo has adivinado NO TIENE MÉRITO: los dueños del restaurante volvieron a mirarnos y a sonreír.
- No nenas no, La Peligros no.
- ¿La Peligros no? Entonces… ¿¿LA JENNY?? –preguntó Raúl.
- ¿QUÉ JENNY, TÍA? –pregunto Hugo.
- ¡LA PAVA DEL ASCENSOR!
- ¡TE HAS VUELTO HETERA! ¡Qué fuerrrrrrrrte! – dijo Hugo.
- No nenas, no me he vuelto heteras. Pero vamos a ver –dije yo-. Cuando yo os cuento mis cosas y tal ¿vosotras a qué prestáis atención?
- A lo que nos in-Teresa, claro –dijo Raúl.
- Yo la verdad es que la mitad de las cosas que dices pues no les hago ni puto caso porque es que hablas mucho tía –dijo Hugo.
- Vaya par de hijas de la gran puta que tengo como amigas.
- Hijas de bitch nena –me corrigió Hugo-. Hijas-de-bitch.
- A ver, cuando me pasó lo del ascensor y me encontré con La Peligros… ¿A dónde iba yo?
- A ver a tu madre –dijo Raúl.
- A casa de tu… ¿prima? –dijo Hugo.
- No nenas no. Iba a casa de B.
- ¿De quién? –preguntaron las dos a la vez.
- ¡De B, coño de B!
- ¿Y quién es B? –preguntó Hugo.
- ¡Ah calla! ¡Tu follamigo el del Grindr! –dijo Raúl.
- ¡Mira, te voy a dar un gallifante!
- Joder nena –dijo Raúl-. Es que mira que lo haces todo complicado. Te empeñas en liarnos. ¡Haber dicho lo del Follamigo y nos habríamos enterado a la primera! Que a todo lo que incluya “follar” sí que le prestamos atención.
- Pero meri –dijo Hugo-. ¿Te estás enamorando de un follamigo? Eso es una contradicción muy grande ¿eh? Un desafío a las leyes de la naturaleza que puede provocar un descuajaringuidimento de esos del universo.
- Tú tranquila, Stephen Hawkings, que no sé si me estoy enamorando… Eso es decir mucho. Yo sé que me gusta… como hacía mucho tiempo que no me gustaba alguien.
- Ten cuidado nena –dijo Raúl-. Que el amor… el amor… el amor llega así, de esa manera…
- Que uno no se da ni cuenta –continuó Hugo.
- Pues yo sí que me he dado cuenta. Y ahora no sé cómo decirle que me gusta, porque entre lo complicado que es quedar con él y que además está saliendo con La Peligros.
- De hecho, está entrando –dijo Hugo
- ¿Cómo que está entrando? –pregunto Raúl.
- Pues que está entrando por la puerta de este PUTO RESTAURANTE! –gritó Hugo, que era el único que miraba hacia la puerta del local.

Y los dueños del restaurante nos sonrieron y luego fueron a recibir a B y a La Peligros, que acababan de entrar en el puto japonés de los cojones.