Capítulo Cinco: ¡Ave Satani!

Si tenéis un poco de cultura musical, cosa que dudo, seguro que conocéis las bandas sonoras que Jerry Goldsmith hizo para la saga La Profecía. Pues el tema principal de la tercera parte era una versión súper decadente de la melodía de la primera parte. Las trompetas del Apocalipsis dan paso a una marcha fúnebre con coro y orquesta que da un mal rollo que lo flipas.

Pues esa era la música que sonaba en mi cabeza mientras caminábamos por calle Pelayo dirección Ramblas para encontrarnos con La Peligros. No sabíamos qué le pasaba, pero estaba claro que era algo muy gordo y que nos iba a poner en peligro de muerte a todos. Y cuando digo todos no me refiero a Raúl y a mí: me refiero a TODOS LOS SERES HUMANOS.

El espectáculo en las Ramblas no podía ser más dantesco. Un mogollón de gente se apelotonaba junto a la fuente de Canaletes. Yo di por hecho que el Barça habría ganado algo pero era martes y eran las ocho y cuarto de la tarde y a esa hora no se suelen celebrar estas cosas. Junto a la fuente, en el carril de bajada, había un autobús parado, lo único que se podía ver sobre las cabezas de los mirones.

Raúl y yo nos abrimos paso como pudimos y descubrimos con estupefacción lo que había ocurrido. Un autobús había frenado en seco y tres coches se habían estampado, a lo efecto dominó, contra él. ¿Por qué había frenado el autobús? Porque justo delante de él otro coche estaba bocabajo. No entiendo (ni, seguramente, entenderé jamás) cómo pudo ese coche haber quedado bocabajo de forma tan perfecta; si es que parecía que lo habían dejado ahí a propósito.

Raúl me cogió de la mano y me acercó al coche volcado. El Ave Satani cobraba más fuerza en mi cabeza. Sentí un escalofrío recorriendo mi espalda y noté cómo el terror se apoderaba de mí cuerpo. Y es que nada podía prepararme para lo que estaba a punto de ver y oír: en el interior del coche volcado estaba el conductor, un tío con rastas, fumándose un porro bocabajo mientras un perro ladraba sobre el techo del asiento trasero y en la radio no dejaba de sonar la terrorífica melodía del último single de Melendi.

- Nena –me dijo Raúl-. Hippies y accidentes. La Peligros está cerca.

Y así era. La Peligros estaba sentada al otro lado de las ramblas, justo delante del teatro. Aunque hacía un día tremendamente soleado, una nube parecía haberse colocado sobre ella porque el banco en el que estaba sentado estaba sumido en la más oscura de las sombras. Raúl me cogió de la mano, se santiguó y caminamos hacia ella. ¡Ave Satani! ¡¡Ave Satani!!

Al vernos caminar hacia ella La Peligros se levantó. No ocurrió nada.

- Hola tías –nos dijo, mientras nos daba dos besos.
- Hola nena –dije yo, con voz temblorosa. Raúl no habló. Asintió con la cabeza mientras se esforzaba por ocultar su mueca de terror y me dejaba la mano sin circulación.
- No os podéis imaginar el día que he tenido hoy. Me han despedido del curro –dijo La Peligros.
- ¡Qué me estás contando! –exclamé yo-. ¿Y por qué?
- Pues porque había una estantería mal colgada ¿sabes? Que se ve que la montaron mal en su momento. Y estaba yo poniendo unos bolsos que nos acababan de llegar en ella y la estantería se ha soltado y le ha dado a una clienta y mira, a la puta calle.
- Y ¿ya está? –preguntó Raúl-. ¿Sólo ha pasado eso?
- Claro… -contestó La Peligros, disimulando-. Si es que me tenían manía desde el primer día ¿sabes? Como soy maricón…
- Ya tía –dije yo-. Si es que todo el mundo sabe que las tiendas de ropa es lo que tienen, son un ambiente súper homófono. ¿Verdad Raúl?
- Uy sí –contestó apresuradamente-. Homófobo que te mueres.
- Pues es que joder tías, todo me sale mal últimamente ¿sabes? –dijo Iván, La Peligros.
- ¿Por qué dices eso? –le pregunté. ¡Como si no lo supiera ya!
- Pues mira… porque estoy maldita ¿sabes?
- Maldita –dijo Raúl.
- Sí, maldita.
- Pero ¿maldita, maldita? –pregunté yo.
- Sí tía, maldita maldita.
- Pero ¿rollo maldición de libro de Stephen King o qué? –volví a preguntar.
- Es que verás, cuando yo tenía 14 años en el colegio me peleé con la Chari.
- ¿LA CAMARERA DEL STRASS? –exclamó Raúl.
- ¡No tía! –contestó La Peligros-. La Chari era la gitana del barrio. Se enfadó conmigo porque dije que su novio, el Eusebio, me había querido besar en el baño.
- ¿Y era verdad? –pregunté yo.
- ¡Pues claro que era verdad! El caso es que la Chari juró por toda su raza que me iba a acordar de ese día. Y me echó un mal de ojo. Y desde ese día todo me sale mal. Mis padres me abandonaron y me fui a vivir con mi abuela…
- ¿Murieron tus padres? Lo siento mucho tía –dije yo.
- No no, mis padres no murieron. Me abandonaron. Hicieron la maleta y se fueron.
- ¿Te abandonaron con 14 años? –preguntó Raúl-. Ahora entiendo tantas cosas…
- Pues luego fui a vivir con mi abuela. Y tuve que cuidar de ella un montón de años y dejé los estudios y me puse a trabajar en lo primero que pillaba y siempre me echaban. Si hasta tuve que prostituirme, tías.
- Joder tía –dije yo, poniéndole una mano en la rodilla-. No sabía que lo habías pasado tan mal.
- La vida me ha tratado fatal ¿sabes?
- ¿Y el Eusebio? – preguntó Raúl.
- ¿Qué pasa con él? –dijo la Peligros.
- ¡Coño, cuéntanos, qué pasó en los lavabos!
- Joder tía, te estoy contando lo mal que me ha tratado la vida y tú sólo quieres saber los detalles morbosos –dijo Iván, indignado.
- A ver nena –dijo Raúl, levantándose el banco y arremangándose, lo cual significa que va a sentar sentencia y punto en boca-. Tu vida ha sido una mierda desde los 14 años. De eso hace ¿cuánto? ¿tres semanas? ¡¡Pero si tienes veintitrés, meri!! Que no es como si se te hubieran acabado las oportunidades. Y según tú todo esto te pasa porque un tío te metió mano en el lavabo del colegio y su novia te echó un mal de ojo. Mira, si funcionaran todos los males de ojo que me han hecho las tías a mí por chupársela a su novio en un lavabo hace mucho que estaría muerto y enterrado. A ti lo que te pasa es que te encanta ir de víctima por la vida y justificar lo mal que te va todo con esa historia tuya de telefilm de Multicine de Antena 3. Así que haz el puto favor de madurar, de dejar de quejarte, de coger la poca dignidad que te queda y comportarte como un hombre. Vuelve a tu puto trabajo y dile al gilipollas de tu jefe que si la estantería estaba mal colgada no es culpa tuya, que a quién se le ocurre poner una estantería en una pared con tuberías y que, además, le vas a denunciar a C.C.O.O. por hacer que te subas a una escalera que está hecha una mierda; y como se ponga tonto le amenazas con enseñar ciertas fotos que tienes en tu móvil.

Dicho lo cual Raúl se volvió a sentar bajo nuestra atónita mirada. La Peligros no dijo ni mú y yo no sabía si darle un abrazo, soltar una carcajada o ponerme a aplaudir.
Iván se levantó, caminó unos pasos, se dio la vuelta y nos miró.

- Mirad tías. Cuando me ha pasado todo esto no sabía a quién llamar. Y he pensado en vosotras porque siempre habéis estado ahí cuando os he necesitado.
“Ahora viene cuando nos manda a la mierda”, pensé yo.
- Y ahora entiendo por qué os sigo teniendo tanto aprecio. No sólo habéis sabido animarme, sino que habéis conseguido que recupere mi confianza en mí mismo. Así que voy a recuperar mi puto trabajo, voy a recuperar mi dignidad y lo que es mejor, voy a poder comprarle a mi abuela la primera temporada de Amar en Tiempos Revueltos en DVD.

Y se dio la vuelta y se fue.

Yo no me lo podía creer. Miré a Raúl, que se estaba haciendo le interesante con la mirada perdida en la nada.

- Nena ¿pero qué coño ha sido eso?
- Eso, meri, ha sido lo que se llama “hacer lo que hay que hacer”. ¿Tú te crees ese rollo de la maldición de la Chari?
- Pues no… pero no sé… has sido como súper bruta, tía.
- Lo sé. Pero es que con gente como Iván no se puede ser de otra manera. O les pegas tres gritos y los dejas tontos o les das tiempo a pensarse otra excusa y seguir siendo miserables.
- ¡Cuidao que vuelve!

La Peligros había dado la vuelta y volvía hacia nosotros. Se paró frente al banco.
- Oye tías, ahora que lo pienso ¿yo os había explicado lo de la escalera, lo del agua y lo de la mamada en los probadores?
- ¿Qué mamada? –pregunté yo.
- La que me hizo mi jefe el otro día mientras yo le sacaba fotos.
- Pues no –respondí yo, sin saber dónde meterme.
- Ah, ¿y cómo lo sabíais?
- Pues porque somos amigas, meri – contestó Raúl, con firmeza-. Y las amigas saben esas cosas. Además, lo de la escalera y la estantería nos lo ha contado… pues… una amiga que lo ha visto todo. Y lo de la mamada… pues mira, eso no lo sabíamos. Yo lo de las fotos en el móvil te lo he dicho para que te tiraras un farol. Pero como eres un poco puta, pues mira.
- Ah… vale…

Y así fue cómo La Peligros volvió decidida a recuperar su trabajo en el Pull&Bear que acababa de inundar. Obviamente no lo recuperó. Pero sí que consiguió que una mujer se cayera por las escaleras del metro, que un ciclista se resbalara y se diera contra una farola y que atracaran a un hombre.
Y es que otra cosa no, pero el mal de ojo de la Chari (la gitana, no la camarera) funciona. ¡Vamos que si funciona!

¡Ave La Chari!

2 comentarios:

Diego R. L. dijo...

Sexo en Barcelona relatado por unas locazas de cuidado...de lo mas dibertido e hilarante que he leido desde Sin noticias de Gurb.
Me alegra que lo hayas retomado.

Hidroboy dijo...

Gracias :))

Si te ríes con éste, leete el Kill Pili (killpili.blogspot.com) que era total y absolutamente absurdo.