Capítulo Ocho: DIARIO DE...

Vale, aclaremos.

Este verano, en una de esas muchas fiestas que acabaron conmigo tirado en la acera, Hugo de rodillas en el baño y Raúl bebiéndose hasta el agua de la condensación que caía de los conductos del aire acondicionado conocimos, en Arena (¡dónde sino!) a una chusma muy chusma. Chusma-quete-mueres. Que, por otro lodo, es lo esperable si vas a lo que nosotros conocemos como “El Antro”.

Total, que entre toda esta chusma-quete-mueres había un camarero que ya debía estar ahí cuando el local era una sede de la Falange en el 47, que se encaprichó con Raúl. Hugo y yo intentábamos por todos los medios que el contacto entre Raúl e Imhotep (como le bauticé yo, que soy el cinéfilo del grupo) fuera el mínimo posible sino inexistente, pero Raúl siempre ha tenido esa capacidad innata para acercarse y tocar lo que no debe. No puede no tocar. Es como cuando de pequeños fuimos de excursión con el colegio al Museo de la Ciencia (sí, Raúl y yo fuimos juntos al cole) y él se puso a tocar todos los botones que encontraba. Hasta que tocó uno que resultó ser una alarma de invencidos y se lío una que aquello parecía una escena eliminada de El Coloso en Llamas.

Total que, no sabemos cómo, Raúl se nos escapó… Bueno, sí que sabemos cómo: ya os digo que rara era la noche que Hugo no acababa con la boca llena y yo en la calle, en la pista o en casa de algún desconocido hablando sin parar (es lo que tengo, que no me callo ni sobrio ni ebrio). Pues en uno de estos despistes Raúl acabó en la barra de Imhotep y éste, después de invitarle a una copa y acariciarle un poco la cara (un escalofrío recorre mi cuerpo mientras escribo eso) le ofreció irse a la cama con él.
Raúl, según cuenta, soltó una carcajada tan sonora que casi mata del susto a las cuatro maricas con lentillaCAS (porque hoy en día las maricas no se ponen lentillas, se ponen unos plásticos en los ojos que te servirían para bajar el Yang-Tsé haciendo rafting con toda tu familia navegando en ellas). Ante esa poco disimulada negativa, Imhotep tiró de lo único que a Raúl le hace perder los papeles. No, no le dio entradas para el “Adagio Tour” de la Naranjo. Le ofreció quinientos euros si se montaba un trío con él y con su novio.

Nosotros, en nuestra inmensa sabiduría, dimos por hecho que el novio de Imhotep era un escarabajo gigante que había encontrado en una de sus múltiples reencarnaciones en Egipto, al que mantenía con vida en casa a base de ofrecerle carne fresca de jóvenes incautos que aceptaban dinero a cambio de sexo.

No me preguntéis por qué, pero Raúl se lo creyó.

Otra de las muchas personas que conocimos este verano fue a Jesús Vázquez. Cuidado. NO ESTOY HABLANDO DEL PRESENTADOR. Resulta que un día entramos a El Antro inusualmente pronto y en el centro de la desierta pista había un chulazo de casi dos metros que parecía un clon de Jesús Vázquez (ahora sí que me refiero al presentador). Guapo, facciones marcadas, pelo corto, barba de tres días y una camisa hortera. Pero hortera que te cagas de lo hortera que era.

Hugo, que sea la hora que sea es pisar el Antro y ya está borracho como una cuba (debe ser el desinfectante del baño, que le afecta) se lanzó a por él como una loba en celo (con sus tacones de aguja magnética incluidos) y se llevó un chascazo al comprobar que el maromo tenía novio.

- Como Jesús Vázquez –dije yo. Y así se quedó con ese nombre.

Volvamos a la cafetería del Corte Inglés. Yo acabo de contar que mi ex, Alberto, se va a casar con una mujer. Pero la noticia que ha tumbado mi vida se ha visto eclipsada por la revelación de Raúl.
Finalmente aceptó el dinero de Imhotep para acostarse con él y con su novio y descubrió, con mucha sorpresa, que el novio de Imhotep era el susodicho maromo buenorro bautizado por nosotros tres como Jesús Vázquez.

Si lo pongo una vez más seguro que acabo saliendo en Google.

- Pero ¿qué me estás contando? –exclamó Hugo. Esto va justo después del final del capítulo anterior, por si te has perdido con el Flashback que me acabo de marcar.
- Pues eso tía. Que la momia está con el maromazo. Me contaron que llevan ocho años juntos y que están planeando casarse pero lo tienen súper chungo.
- Claro, aún no es legal casarse con seres no-muertos –digo yo.
- No nena –me interrumpe Raúl-. Lo tienen súper chungo porque resulta que el maromo necesita divorciarse y su exmujer no le quiere firmar los papeles.
- No jodas que Jesús Vázquez está casado con una mujer –dijo Hugo.
- Tía –dije yo-. Deja de decir ese nombre que aún nos buscaremos un marrón de copyrights cuando publique esto en el blog.
- De eso hablamos otro día –me contesta-. Porque si te vas a dedicar a publicar en Internet todo lo que hacemos… mal vamos.
- Eso –dice Raúl-. Que a mí tampoco me hace gracia ver mi intimidad ahí dispersa a los cuatro vientos.
- ¿Pero qué coño dices, Mila Ximénez? Si tú tienes la misma intimidad que una actriz porno en el festival erótico nena. Que toda Barcelona te conoce y sabe al dedillo todo lo que haces.
- Menos lo que os estoy contando –dice Raúl, muy seriamente.
- Hasta que lo publique –dije yo.
- ¡Y dale! –grita Hugo.
- A ver –digo yo-. En una de las reuniones de las HijadeBitch de este verano decidimos que teníamos que llevar un diario de lo que íbamos haciendo y coincidimos que lo mejor era publicarlo todo para que así si alguna otra marica se encontraba en nuestra situación supiera qué hacer. ¿Es o no es verdad?
- Sí… bueno… -dijeron los dos.
- Pues ya está. Si tú ahora, Raúl, decides ser puta, pues se publica. Porque tú imagínate que algún otro gay de Barcelona es tentado por el poderoso bolsillo de Imhotep. Pues digo yo que querrá saber qué tal calza el hombre ¿no?
- Si es que a eso se le puede llamar “hombre” –dice Hugo.
- Hombre no, nena –dice Raúl-. SÚPER hombre.

Hugo y yo nos miramos asombrados.

- Veinticuatro centímetros, nena.
- Pero eso ¿quién? ¿Imhotep o el maromazo? –pregunté yo.
- LOS DOS.
- ¿Me estás diciendo que entre los dos sumaban casi 50 centímetros de rabo? –dijo Hugo, muy pudoroso él, como siempre.

Raúl asentía con la cabeza mientras se llevaba una mano al pecho y con la otra sorbía un poco del agua que aún quedaba en su vaso.

- Te juro tía –dijo tras tragar-. Que hubo un momento que sentí que las dos se tocaban a la altura de los pulmones.
- JAJAJAJAJAJAJA –me dio un ataque de risa.
- ¡Neeeeena! –gritó Hugo-. ¡Que te ensartaron como a la de Holocausto Caníbal!
- JAAAAAAAAJAJAJAJAJAJA –mi ataque de risa y yo: inseparables.
- Disculpen, si no les importa… están molestando al resto de comensales y les agradecería que, dado que sólo han consumido un botellín de agua, se marcharan del local.

Esto, obviamente, no lo dijo ninguno de nosotros. Nos lo decía un señor trajeado, engominado y muy educado que se había acercado a nosotros. A estas alturas de la vida me han echado de tantos sitios tantas veces (y en situaciones en las que he agradecido no tener sentido del ridículo) como para ponerme a discutir porque me echen de la cafetería de El Corte Inglés. Al levantarnos de la mesa vimos que las tres mujeres que había a nuestra derecha nos miraban entre el terror y el escándalo.

Tú imagínate que eres Ana Botella y entras al despacho de Rajoy sin avisar y te lo encuentras vestido de cuero y con un becario pegándole latigazos en la espalda. ¿Visualizas la cara que se te quedaría? Pues ÉSA es la cara que tenían estas mujeres.

Raúl se les acercó, agachó la cabeza junto a ellas y les dijo:
- Tienen que probarlo señora. Una por delante y otra por detrás. Es… -hizo un gesto, como el que prueba un chocolate exquisito-. Mano de santo. ¡Y vosotras tenéis otro agujero! ¡Imagínate nena! –me grita a mí-. ¡¡TRES POLLAS A LA VEZ!!

A mí a estas alturas de la función me duele la mandíbula de reírme. Hugo no sabe dónde meterse (porque cuando no está borracho es muy pudoroso) y Raúl se va indignado. Pero no porque le echen, sino porque nadie le ha aplaudido.

Al final no nos echan de la cafetería. Nos echan del edificio. Y ahí estamos nosotras, en Portal de l’Àngel, esperando a que en cualquier momento venga un cámara de CALLEJEROS a preguntarnos por la prostitución en nuestra ciudad.
Comenzamos a caminar hacia la plaza de la Catedral, que Raúl ha dejado allí aparcado el coche.

- Nenas –dijo Hugo-. Que yo también tenía algo que contaros pero claro. Entre lo de tú ex –me señala-. Y lo de tu nueva profesión de tragasables en el Circo del sol…

A mí me da otra vez la risa.

- Pues no he podido. Pero bueno, que tampoco es tan importante ¿eh? Que si eso ya os lo cuento en otro momento–termina Hugo.
- Ah no, no, no, no. Cuéntanos, ¿qué te ha pasado, corazón? –pregunta Raúl, aún con su faceta de Showman encima.
- Pues… que me he follado a Mario.

Raúl y yo nos paramos en seco mientras Hugo sigue caminando como si nada. A mí se me ha cortado la risa de golpe y Raúl ha transmutado de Showman a PsychoKiller en treinta segundos. Me sé de uno que en el próximo capítulo va a recibir una soberana patada en el culo.

1 comentario:

Diego R. L. dijo...

Metaficción....interesante. Más que nada por saber cuanto hay de cierto en tus historias.

Whaaattever, muy bueno este capítulo. El hartón a reir ha sido considerable.