Capítulo Doce: MAMMA MIA!!!

Era sábado por la noche y nuestro amigo Luigi (un italiano que vino a Barcelona un fin de semana desde Milán a follarse a todo lo que se meneaba, se lo folló y luego se quedó vivir aquí) nos había invitado a la inauguración de su nueva pizzería. Bueno, nunca tuvo una antigua, así que técnicamente era su única pizzería.
Como he dicho Luigi se folló a todo lo que se meneaba (incluidos nosotros tres –en semanas diferentes-) así que el local estaba hasta arriba de gente. Por suerte para nosotros Raúl se folló a Luigi más veces que nadie más en el local, aunque nunca llegaron a considerarse nada especial el uno del otro, y por eso teníamos reservada una mesa en el mejor sitio posible: los sillones del fondo.
Estuve tentado de invitar a HoneyB a la cena, pero imaginaba que con él ahí la conversación giraría constantemente en torno al rabo de La Peligros y el trío que nos habíamos montado. Además no veía adecuado invitarle si tenía “algo especial” con Iván.
Lo que me jodía de la historia, en realidad, era que yo nunca había intentado nada con HoneyB porque daba por hecho que no quería tener novio nunca jamás. Y encontrarme con que tiene uno, que es pollón y que es mi amigo el gafe (a.k.a. La Peligros) pues me chocó. De hecho hasta me sentí celoso, lo reconozco.

- ¿Qué piensas, meri? –preguntó Hugo, que se dio cuenta de lo absorto que estaba yo en mis pensamientos.
- Nada, nada, tonterías – respondí.
- La última vez que dijiste eso nos viniste con la chorrada de que te ibas a vivir a Calatrava de la Reina –dijo Raúl.
- No era Calatrava de la Reina y no dije que me iba a vivir allí, dije que me lo estaba planteando.
- Pues menos mal que no te lo planteaste mucho –dijo Hugo, sonriéndome.

Al fondo del local vimos aparecer a Luigi. Estaba igual de guapo, elegante y resplandeciente que siempre. Porque sí, Luigi es uno de esos tíos que brillan por si solos. Pero no en plan vampiro marica de Crepúsculo sino en plan carisma ¿sabes? Luigi nos vio y vino corriendo a saludarnos.

- ¡Javi! ¡Huuuuuugggggo! ¡Rrrrauuuuul! No sabéis cómo me alegro de veros aquí –dijo él, con un acento italiano que me volvía loco.
- Felicidades Luigi –dije yo-. El local es maravilloso.
- ¡Grazie, grazie! Io sabía que te gustaría. Cuando lo decoraba pensaba “Ma ¿cómo le gustaría a Javi?” ¡Siempre me gustó tu… tu… tu estilo!
- Vaya, gracias –contesté mientras veía a Raúl entrecerrar sus ojos e interrogarme con la mirada.
- Bueno, os dejo disfrutando de la cena. Grazie per venire.

Y se fue.

- Oye meri –dijo Raúl, cuando nos sentábamos-. ¿Qué rollo te traes tú con Luigi?
- No empieces a liarla, Kiko Hernández, que aquí no ha pasado nada más de lo que ya sabes. Lo que pasa es que a Luigi y a mí nos encanta el diseño y tenemos gustos comunes.
- Ah, ahora que te follen mientras lees El Mueble se le llama tener gustos comunes -dijo Raúl.

El camarero vino a traernos unos copazos de vino y a tomar nota de la comida que queríamos. Raúl y yo pedimos pizza y Hugo se decantó por un plato de pasta de nombre impronunciable. Todo lleno de ges e íes, a lo volcán islandés.

- Bueno nena –le dije yo a Hugo-. ¿Has hablado con Mario?
- No. Pero… -continuó antes de que Raúl pudiera decir nada-. …le he llamado como veinte veces. Es que no me contesta.
- Quién te lo iba a decir, ahora eres tú el que va detrás de él –dijo Raúl.
- No nenas, las que ibais detrás de él erais vosotras –dijo Hugo.
- ¡Me duele ya la boca de repetírtelo! –dijo Raúl-. ¡Que no le estábamos siguiendo coño, que fue casualidad!
- No nena, eso no fue una casualidad –dije yo-. Una casualidad es lo que está a punto de ocurrir.

Y es que ellas, que estaban de espaldas a la entrada del restaurante, no se dieron cuenta. Pero yo le vi venir. Y también la vi a ella, claro, vestida de noche y cogida de su mano. De hecho ella fue la primera en verme y trató de evitar que él fijara su mirada en nosotros. Pero al localizarnos por un despiste de la muy zorra, su mirada se clavó en nosotros, sonrió y vino directo.

- Hola chicos –dijo Mario, estático junto a nuestra mesa con Laura a un lado.
- Hola –dije yo, que era el único que podía hablar porque ya había superado el shock por el que estaban pasando en ese momento Raúl y Hugo.
- Qué sorpresa veros aquí –dijo Mario.
- La sorpresa es que lleves a una mujer de la mano –dijo Raúl, que recuperó el habla de golpe, como si un resorte hubiera saltado en su interior al ver la oportunidad de hacer uno de sus comentarios típicos-. No verte en este restaurante a cuyo dueño nos hemos follado todos, incluído tú.

Mario hizo una pequeña mueca y pude ver cómo apretaba un poco más la mano de Laura, que no dejaba de sonreír.
Hugo aún seguí ojiplático.

- Yo… bueno… -continuó Mario, titubeante-. Me invitó Mauro, el socio de Luigi. He trabajado para él alguna vez…
- No sabía que también eras chapero –dijo Raúl. A mí me dio un ataque de risa y se me salió un poco de vino por la nariz. Pero me mantuve ¡digna!-. Bueno, eso explica lo de la nena que hay a tu lado.
- Deberías saber –dijo Laura y eso me causó un shock a mí porque yo pensaba que esta chica no sabía hablar (de verdad, es que NUNCA –ni cuando era amiga de Hugo- la he oído hablar)-. Que Mario es uno de los mejores gestores de su empresa y Mauro es uno de los mejores clientes que tienen.
- Y tú deberías saber –continuó Raúl- que nos importa un bledo.
- ¿Se puede saber qué haces aquí? –dijo Hugo de repente, que debió despertar unas líneas de diálogo antes pero el shock le duraba hasta ahora.
- Me sorprende que me preguntes eso –dijo Mario- cuando te has pasado toda la semana llamándome.
- Porque quería hablar contigo de lo del juicio, a ver si te has pensado ahora que quiero volver contigo después de saber que el coño de esta hija de la gran puta ha pasado por tu boca.

Ahora fue Raúl el que expulsó vino por su nariz. Pero no fue por risa, fue por asco.

- Hugo, no hace falta usar ese lenguaje –dijo Mario- Y no me gusta que insultes a mi novia.
- ¿Tu no…? ¿Tu novi…? ¿¿TU NOVIA?? – gritó Hugo, que se levantó de golpe arrojando su servilleta al suelo y se preparó para liberar el Kráken que llevaba dentro-. Mira, pedazo de cabrón. Esta tiparraca no es tu novia, es una zorra insípida que se aprovechó de mí para que alguien se la follara de una vez por todas porque no sé si lo sabes pero antes de estar contigo llevaba DOS AÑOS SIN COMERSE UNA SOLA POLLA.
- En realidad fue un año y diez meses –dijo Laura, excusándose.
- Sigue siendo demasiado, lerda –respondió Raúl.
- Y tú… ¡¡¡TÚ ERAS UNA PASIVORRA!!! Si seguro que la tontadelculo ésta tiene que ponerse un arnés para satisfacerte porque si no tienes un buen cacho de carne metido hasta el fondo en ese culo que tienes más dilatado que el puto túnel de Vallvidriera no hay manera de que te corras.

En este punto es obvio que todo el restaurante estaba en silencio observando la situación.

- ¡¡Así que NO ME TOQUES LAS PELOTAS ahora con la tontería de que la hija de puta de Laura es TU NOVIA!! ¡¡Si follamos hace un par de semanas!! ¡¡PERO SI AÚN ME HUELEN LOS DEDOS A TU CULO, QUÉ COÑO VAS A SER HETERO!!

Hubo un momento de silencio en que todos esperábamos que Mario respondiera o que Laura (que ahora era la que vivía el shock que en este capítulo hemos vivido todos, ella al descubrir que Mario y Hugo se habían acostado hacía poco) saliera corriendo.
Pero nadie en el restaurante fue capaz de decir nada, salvo Raúl y yo, que sólo pudimos decir una cosa.

- ¡¡¡¡¡BRAVO!!!!! –y nos levantamos de la mesa y comenzamos a aplaudir.

Los demás comensales no decían nada mientras nosotras dos aplaudíamos como si Lady Gaga hubiera cantado Bad Romance delante nuestro. Pero aún no sabíamos que faltaba el bis.
Hugo se giró y nos miró:

- Esperaos nenas, que ahora viene lo mejor.

Volvió a mirar a Mario, le agarró de la corbata y lo levantó del suelo (no me preguntéis cómo coño lo hizo) para estamparlo contra la pared.

- Esta tontería que te tienes montada con nosotros acaba aquí y ahora. Mañana mismo vas a retirar la demanda porque está claro que fue un puto accidente y que a la zorrita de “tu novia” no le pasa nada en las cervicales porque mira la cara de bien follada que trae.

Mario empezó a soltar una lágrima.

- Y como vuelva a verte, oírte, olerte o saber de ti te juro por lo que más quieras que te mato no, que te tragas toda la puta discografía de Madonna, incluyendo singles y EP’s japoneses. ¿Te queda claro?
- S… sí… -contestó Mario, que ya estaba llorando (igual que Laura).
- Pues ahora… - Hugo soltó a Mario-. Me despido de ti, para siempre.

Y le pegó tal puñetazo que las gafas de Mario salieron volando, seguidas de un diente y de un chorro de sangre. Laura le ayudó a levantarse y ambos salieron del restaurante ante el estupor general.
Antes de volver a sentarse Hugo se giró en busca de Luigi. Cuando lo localizó entre la multitud le gritó:
- Luigi, coño, ¿nos has invitado a cenar o desayunar?

Luigi se echó a reír, y se puso a aplaudir a Hugo. El resto del restaurante hizo exactamente lo mismo. Raúl y yo, comenzamos a gritarle lo de “¡Y reina, y reina, y guapa, y guapa!” No sólo porque había liberado el Kráken con un estilazo y una hombría que hasta a mí me había puesto cachondo (pero vale ya de folleteo entre personajes de esta historia que esto al final va a ser peor que una reunión familiar de Los Borbones), sino porque había conseguido solucionar el tema de Mario, el del accidente, el de la demanda y el de Laura en una sola y creíble secuencia.

Aprended, guionistas de LOST.

- Nena –le dije a Hugo- ¿se puede saber qué te ha pasado?
- Mira, puedo aguantar que me ponga los cuernos. Puedo aguantar que sea con una mujer. Puedo aguantar que meta a mis dos mejores amigos en la cárcel. Incluso puedo aguantar que se traiga a sea puta y nos joda la cena. Pero que me diga que es su novia… ¡¡qué me diga que es hetero!! Lo siento pero eso sí que no.
- Claro que no –dije yo-. Ahora haz lo mismo con mi ex, el que se va a casar con una mujer.
- No nena, a ese le partes tú solita la cara, que yo bastante tengo con lo mío –dijo Hugo.

Raúl cogió la mano de Hugo y comenzó a olisquearle los dedos índice y corazón.

- ¿Qué haces nena? –preguntó Hugo.
- Comprobar si era verdad eso de que tus dedos aún huelen a su culo.
- ¡Serás guarra! – dije yo.
- Guarra ¡y hambrienta! ¡Como no venga ya esa puta pizza me como al camarero, así de claro te lo digo –dijo Raúl, lo suficientemente alto como para que todos los camareros (y Luigi) le oyeran.

Tras la cena Luigi nos invitó a una fiesta para celebrar el éxito de la noche. Le agradeció a Hugo que introdujera un poco de “passione” en la fiesta y que bautizara el restaurante con la sangre de ese “figlio de putana” de Mario.

Esa noche Luigi, Raúl y un camarero se montaron un trío que dejó en ridículo todo lo que hice con La Peligros y HoneyB. Y mira que el momento en que La Peligros me la chupaba mientras B me follaba y se rompió una pata de la cama y tuve que agarrarme a la estantería en la que B tenía puestas las fotos de sus sobrinos para no acabar todos estampados contra la mesita de noche fue de órdago.

Hugo se folló a un camarero que al día siguiente tuvo que pedir el día libre porque le dolía todo el cuerpo.

Yo me volví a casa más solo que la una sin poder dejar de darle vueltas a la idea de que quería volver a ver B. Y ver a B implicaba volver a ver a La Peligros.