Capítulo Dieciocho: DUPLICITY

Mientras Manuel se metía mi polla en la boca y empezaba a hacerme una mamada yo cogí el iPhone y miré la pantalla para leer la notificación del mensaje de B.
- Mierda –dije
- ¿Qué?
- Acaba de llegarme un mensaje que puede cortarme el rollo.
- ¿Qué dice? – preguntó Manuel, y volvió a lo suyo.

Abrí el Whatsapp y esperé a que cargara la aplicación y ahí estaba, el mensaje completo:
“Te quiero pedir un favor. Me voy a ir unos meses de viaje por Estados Unidos y había pensado que podrías cuidarme el ficus. Ya me dirás algo.”

- ¡Menos mal! – exclamé.
- ¿Qué pasa?
- Nada nada, tú sigue -y dejé que mi mente totalmente en blanco para disfrutar del sexo oral que me estaban practicando.

Sí, así era. B, el follamigo del que me estaba medio enamorando y al que le había dicho que me dijera a dónde nos llevaba esa especie de relación de adolescentes que habíamos llevado las últimas semanas me avisaba por Whatsapp de que se iba a ir unos meses de vieja por Estados Unidos.
Vamos, que no me lo podía dejar más claro. Jorge tenía toda la razón del mundo: estos tíos no están hechos para que te enamores de ellos así que no lo iba a hacer.
Este momento de lucidez en el que te das cuenta de algo tan transcendnte y tratas de que tu vida se adapte a ello suele ser algo muy complicado de aceptar y asumir. Pero cuando tienes a un maromo como Manuel a cuatro patas delante de ti esperando que te lo trinques, se hace todo mucho más sencillo.

Diez minutos después (sí, sólo diez ¿QUÉ PASA?) salíamos de la habitación directos a la ducha. Jorge estaba en el cuarto de invitados instalándose cómodamente así que no nos vio pasar en pelotas por el pasillo para meternos en la ducha. Y justo cuando iba a entrar en el baño, sonó el timbre de la puerta.
- Métete en la ducha –le dije a Manuel- que ahora voy yo.

Me enrollé una toalla a la cintura y fui a abrir. Jorge asomó la cabeza en el umbral de su puerta, sólo quería saber quién llamaba.
Miré por la mirilla y sólo pude decir:
- No me lo puedo creer.

Abrí la puerta y allí estaba. Paco. Fran. Francisco. El otro gemelo. El hermano de Manolo. Manuel. Mi polvo.

- Hola –dijo, tímidamente. Éste era el gemelo que se pasaba el día jugando a la consola sin salir de casa.
- Hola –respondí.
- ¿Está aquí mi hermano?
- Pues… no… lo sé… -respondí yo.
- ¿No lo sabes? –preguntó él y clavó su mirada en la cabeza de Jorge que desapareció tras el marco de la puerta con una sonrisa maliciosa. Sí, ya te he dicho que eran gemelos.
- Pues… es que no sé si decirte que sí o que no ¿sabes?
- Si es porque te preocupa que me entere de que os acostáis, puedes estar tranquilo que ya lo sé.
- ¡Ah coño! Entonces pasa, que está en la ducha.

Fran. Paco. Francisco. El otro gemelo (tengo que empezar a decidir ya sus nombres definitivos) entró en casa y yo cerré la puerta tras de mí. Él fue directo al salón (imagino que la distribución de su piso es muy parecida a la mía) y se quedó allí, esperando.

- ¿Tú también ibas a ducharte? –preguntó, mirándome.
- Pues… sí –contesté.
- Con él.
- Sí, con él.
- Porque acabáis de follar ¿verdad?
- Hombre… pues…
- ¡SÍ! –gritó Jorge desde su habitación.
- Jajajajaja –disimulé una risa para rebajar la tensión del momento.

De repente la puerta del baño se abrió de golpe y en el umbral apareció Manuel, desnudo. Miró hacia mí (desde donde estaba no podía ver a su hermano) y se me acercó.

- ¿Vienes o qué?
- Eeeeeh… bueno… esto… es que mira quién ha venido.

Manuel entró en el salón y se quedó mirando a su hermano.
- ¿Tú qué haces aquí? – le preguntó.
- Eso quiero saber yo –respondió Fran.
- Pues ya ves –dijo Manuel, señalándome.
- Eres un cabrón –respondió Fran.
- ¿Por? –contestó Manuel.
- ¡Porque hoy me tocaba a mí! –espetó Fran.

En ese punto de la discusión yo ya tenía los ojos como platos. Jorge apareció de repente en el pasillo y vino caminando hacia el salón.
Hubo un tenso momento de silencio en el que yo me mantuve con mi boca abierta, Fran y Manuel se irradiaban ira y Jorge, directamente, estalló en una carcajada.

- ¡Nena! –me gritó, mientras me dalba palmaditas en la espalda-. ¡Que te estás acostando con los dos!
- No no no no no no no no –dije yo-. No lo entiendo.
- Verás Javi –comenzó a explicar Manuel-. La primera noche que vinimos a tu casa…
- ¿Qué? –pregunté yo-. ¡No te pares coño! ¡Sigue explicando!
- Es que tu amigo… no para de mirarme.

Efectivamente, Jorge estaba embobado mirándole el rabo a Manuel.

- ¡Nena! –le grité-. ¡Compórtate que has visto muchas de esas!
- Uy… si yo te contara –contestó Jorge.
- Bueno, el caso es que –siguió Manuel- después de acostarnos la primera vez fui a casa y se lo conté a Fran, porque tenemos muy buen rollo ¿sabes?
- ¡Claro tía! –le grité a Jorge, que para algo estaba ahí- ¡Es que tienen muy buen rollo! ¿Sabes?
- El caso es que –continuó Fran- a mí me gustas desde el primer día que te vi y le dije a Manuel que ya le valía porque yo quería pedirte para salir o algo.
- Qué mono –dijo Jorge- No sabía que la gente aún se pedía para salir.
- Y como me sabía mal por él –siguió Manuel- le dije que si quería intentarlo, que adelante.
- ¡Claro! Ya me extrañaba a mí que después del polvo vinieras a invitarme a cenar –exclamé.
- ¿Qué pasa nena? –preguntó Jorge-. ¿Nunca te invitan a cenar después de un polvo? ¿Tan mal lo haces?
- No nena, lo que pasa es que les doy datos falsos y los meto en el taxi tan rápido que no saben ni en qué calle están.
- Pero al final… no sé… nos dio morbo compartirte –dijo Fran.
- Claro, como si fuera yo una camiseta del Zara –dije, ofendido.
- Podría ser peor –dijo Jorge- Podría ser una camiseta del Primark, tía.
- El caso es que te lo queríamos decir desde el principio pero nos daba miedo que te enfadaras –dijo Manuel.
- Lo siento Javi –dijo Fran- de verdad que lo siento. Pero es que tenía que decírtelo ya.

Durante unos instantes me sentí dolido. Dos hombres habían estado jugando conmigo ¡a mis espaldas! ¡Me habían tratado como a un juguete!

- Oye pero… una pregunta –dijo Jorge- ¿Los dos sois gays?
- Sí –dijo Fran.
- No –dijo Manuel.

Los tres miramos a Manuel con la ceja levantada.

- Yo soy bi –dio él.
- Bidimensional, cariño –dije yo- pero si eres una pasivorra de cuidado.
- ¡Sabía que eras pasivo! –gritó Fran.
- ¡Vete a la mierda, enano! –y Manuel se lanzó sobre Fran y empezaron a pelearse sobre mi sofá.

Jorge y yo no perdíamos detalle. Dos gemelos (uno de ellos desnudo) se peleaban en mi sofá.

- Tía, me estoy empalmando –dijo Jorge.
- ¡Oye! ¡Vale ya! –les grité a los gemelos, que se pararon en seco y me miraron fijamente, inmóviles, como una estatua renacentista de mármol blanco.- Mirad, voy a la ducha. Cuando salga… cuando salga hablamos.
Y dicho esto me di la vuelta, fui al baño, cerré la puerta y eché el pestillo. Me acerqué al espejo y miré mi reflejo fijamente.
¿Qué estaba pasando? ¿Por qué de repente todo estaba siendo tan extraño? ¿Qué se ha fumado el guionista de esta vida mía para que me pasen estas cosas?
La respuesta de B al ultimátum era una huida a Estados Unidos y me había estado tirando, sin saberlo, a los dos gemelos. Pero no a la vez. ¡Jo!

Y entonces me di cuenta de lo que tenía que hacer.

Salí del baño y mire a Manu.

- Tú. Métete en la ducha que aún no hemos acabado.

Miré a Jorge.

- Tú, decide dónde cenamos y qué plan tenemos esta noche.

Miré a Fran.

- Tú, ¿te apuntas a cenar y a salir con nosotros?

Y con los tres mirándome sin saber cómo reaccionar fui a la habitación, cogí el móvil y le contesté a B:

“Lo siento. Desde que vi El Incidente que no quiero estar a menos de 2 metros de una planta. Déjale tu ficus a otro. Lo mismo me pasa con los fantasmas desde que vi Casper. Además en esta casa no cabe más gente ya. Saludos a Obama.”

1 comentario:

Unknown dijo...

LOL!
Que grande! es el primer capítulo que leo y me he reído y puesto caliente a la vez. Muy bueno.